domingo, 25 de marzo de 2007

The Long Tail


Uno de los días en los que más me he divertido fue allá por el año 1982. Un amigo trajo a casa un juego llamado “El Candidato” y junto con otros amigos echamos una partida. Era un juego muy original, similar al ajedrez pero con cuatro jugadores y unas reglas de movimiento de piezas totalmente diferentes. Entre ellas había una muy peculiar, llamada el diplomático, que permitía reubicar cualquier otra pieza que entrara en su alcance de ataque. Esto originaba situaciones muy divertidas que, potenciadas por las bromas y el ingenio de alguno de los participantes, hizo que literalmente nos revolcáramos de risa.

Unos meses después quisimos repetir la experiencia, pero nuestro amigo dijo que se habían perdido las piezas, y además no recordábamos las reglas.

Durante un tiempo pregunté en grandes almacenes y jugueterías por “El Candidato” y nadie sabía de él, hasta que al final me olvidé del asunto, más o menos hasta 1995.

Por ese año, y ante la incipiente difusión de la Web entre la comunidad universitaria (todavía no había llegado al gran público), recordé el asunto y realicé unas cuantas búsquedas en Altavista. Ya por entonces la sensación empezaba a ser “todo está en Internet”, y cada día descubríamos un nuevo sitio web maravilloso sobre algún tema insospechado. Pero “El Candidato” no estaba por ningún lado.

Repetí la búsqueda hacia el año 1999, ya sobre Google, que había desbancado a Altavista en menos de un año (entre 1998 y 1999). Parecía que teníamos a mano la herramienta definitiva. Pero “El Candidato” no aparecía.

Volví a olvidarme del tema. Hasta 2006. La Web había cambiado profundamente desde mi intento anterior: se había socializado. Habían aparecido los blogs y las redes sociales, un ejercito de internautas generando contenido —en contra de lo que piensan algunos reaccionarios — de inmensa utilidad. Utilidad inmensa aunque muy específica. El principio del fin de los medios de comunicación “de masas” y el nacimiento de los medios de comunicación “de minorías”. El ocaso definitivo de la era industrial.

No recuerdo exactamente qué búsqueda hice (algo como [“juego de tablero” “el candidato”]), pero llegué a un blog especializado en juegos que decía “El djambi o ajedrez de Maquiavelo es un juego para cuatro personas inventado por Jean Anesto en 1975. Se clasifica como juego de tablero abstracto. También se le conoce con los nombres de El Candidato o El Líder”.

O sea, que el principal problema era que el nombre del juego no era “El Candidato” sino que en una determinada versión de 1982 se le llamó así. Una vez averiguado el nombre originario del juego fue fácil encontrar las reglas. Ni más ni menos que en la Wikipedia, ¡cómo no! Ese antro de perversión de la realidad, según esos mismos reaccionarios.

No sólo eso, desde el artículo de la Wikipedia hay un enlace a un sitio francés desde el que descargarse imágenes del tablero y las fichas. Así que volví a quedar con mis amigos, los de aquel día en el 82, y jugamos. Y volvimos a reírnos como entonces.

Pero no acaba aquí la historia; intentando aclarar una duda sobre las reglas, llegué a una página de la Sociedad Británica para el Conocimiento . Si miráis las propiedades de la imagen del tablero que aparece en el artículo, se ve que la misma está tomada de la web http://www.juegosdelmundo.com.

Curioso. Esta web es la página de una artesana asturiana que construye sobre cuero una serie de juegos, entre ellos “El Candidato”, ¡y los vende por Internet! En una semana tenía el juego en casa, precioso, pagado contrareembolso.

Me parece increíble cómo la red permite la localización de un producto absolutamente minoritario, y cómo un pequeño productor consigue ganarse la vida vendiendo estos productos minoritarios, que no compensarían a ninguna tienda tradicional, gracias a que su mercado potencial es todo el planeta. Muchas minorías esparcidas por todo el mundo pueden hacer una mayoría. Es lo que se conoce como The Long Tail.

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/3/2007.