martes, 27 de febrero de 2007

Un sueño lúcido v3


Cuando ella murió, el mundo se convirtió en otra cosa. Todo significado cambió. Todo se cubrió de una pátina cenicienta de humo sólido y pesado que le robaba toda su energía. Cuando ella murió las sensaciones quedaron bloqueadas, la luz se coaguló. Los planetas siguieron rotando a duras penas. Y él siguió viviendo una extraña vida sin contenidos.

Un día pasó casualmente ante un establecimiento que anunciaba “Sueños Lúcidos”, y él, sumido en su mundo gris sin razonamientos ni sensaciones, no pudo cuestionarse la irracionalidad de su gesto. Leyó bajo el cartel: “El sueño lúcido consiste en la percepción consciente de uno mismo mientras duerme, resultando en una experiencia mucho más clara y en ocasiones permitiendo el control directo del contenido del sueño, proporcionando un mundo realista a su servicio”.

Entró. Siguió un cursillo de sueño lúcido que en unos meses le permitió controlar sus sueños, y a partir de ahí recuperó su mundo. Cada noche volvió con ella y todo fue como antes.

La vigilia quedó circunscrita a sus ocho horas de trabajo remunerado. De regreso a casa dormía... Dormía y soñaba. Al principio se conformó con soñar que todo era como antes: salir de cena, ir al cine y relatar los sucesos cotidianos. Luego descubrió que podían cenar los más fantásticos manjares en cualquier lugar del mundo, asistir a los banquetes de Las Mil y Una Noches, ver en el cine películas como jamás se han rodado ni se rodarán.

Sus días (más bien sus noches) se convirtieron en un largo peregrinaje por países y culturas, al principio reales, luego inventados. Llegó a ser, en secreto, el mayor maestro mundial del sueño lúcido, consiguiendo gestionar las maravillas que visitaba sin suprimir la riqueza del libre albedrío. Visitó planetas, galaxias enteras, conoció mundos y culturas inimaginables... Y todo esto con ella, siempre a su lado.

Descubrió un día que ella, sin dejar de ser ella misma, podía ser otras. Consiguió cambiar su aspecto a voluntad sin remordimientos, con la plena conciencia de que intelectualmente y en todo su ser siempre era ella. Los cambios físicos son banales, lo fundamental es la mente. La amó cientos de veces en diferentes cuerpos, en distintos países, en diferentes mundos.

Y vivió largos años, durmiendo quince horas diarias, ayudándose de fármacos. Sólo despertaba para ir al trabajo; era un pago pequeño y simple para su felicidad.

Pero un día, quizá ultrajada, reducida y encarcelada en ese mundo extraño y profundamente ajeno, ella se fue. Por más que lo intentó no pudo devolverla a su sueño lúcido. Su sueño se había convertido en otra cosa. Todo significado cambió. Todo se cubrió de una pátina irreal de humo sólido. Las sensaciones se vieron bloqueadas, la luz se coaguló. Los planetas siguieron rotando a duras penas. No volvió a encontrarla. Gastó sus últimas energías en vagar por las calles sin rumbo.

Casualmente pasó ante un establecimiento que anunciaba “Sueños Lúcidos”, y él, sumido en su propio sueño gris sin razonamientos ni sensaciones, no pudo cuestionarse la irracionalidad de su gesto. Entró.

Un sueño lúcido v2 (con Marcos Taracido)


Cuando ella murió, el mundo se convirtió en otra cosa. Todo significado cambió. Todo se cubrió de una pátina cenicienta de humo sólido y pesado que le robaba toda su energía. Cuando ella murió las sensaciones quedaron bloqueadas, la luz se coaguló. Los planetas siguieron rotando a duras penas. Y él siguió viviendo una extraña vida sin contenidos.

Un día pasó casualmente ante un establecimiento que anunciaba “Sueños Lúcidos”, y él, sumido en su mundo gris sin razonamientos ni sensaciones, no pudo cuestionarse la irracionalidad de su gesto. Leyó bajo el cartel: “El sueño lúcido consiste en la percepción consciente de uno mismo mientras duerme, resultando en una experiencia mucho más clara y en ocasiones permitiendo el control directo del contenido del sueño, proporcionando un mundo realista a su servicio”.

Entró. Siguió un cursillo de sueño lúcido que en unos meses le permitió controlar sus sueños, y a partir de ahí recuperó su mundo. Cada noche volvió con ella y todo fue como antes.

La vigilia quedó circunscrita a sus ocho horas de trabajo remunerado. De regreso a casa dormía... Dormía y soñaba. Al principio se conformó con soñar que todo era como antes: salir de cena, ir al cine y relatar los sucesos cotidianos. Luego descubrió que podían cenar los más fantásticos manjares en cualquier lugar del mundo, asistir a los banquetes de Las Mil y Una Noches, ver en el cine películas como jamás se han rodado ni se rodarán.

Sus días (más bien sus noches) se convirtieron en un largo peregrinaje por países y culturas, al principio reales, luego inventados. Llegó a ser, en secreto, el mayor maestro mundial del sueño lúcido, consiguiendo gestionar las maravillas que visitaba sin suprimir la riqueza del libre albedrío. Visitó planetas, galaxias enteras, conoció mundos y culturas inimaginables... Y todo esto con ella, siempre a su lado.

Descubrió un día que ella, sin dejar de ser ella misma, podía ser otras. Consiguió cambiar su aspecto a voluntad sin remordimientos, con la plena conciencia de que intelectualmente y en todo su ser siempre era ella. Los cambios físicos son banales, lo fundamental es la mente. La amó cientos de veces en diferentes cuerpos, en distintos países, en diferentes mundos.

Y vivió largos años, durmiendo quince horas diarias, ayudándose de fármacos. Sólo despertaba para ir al trabajo; era un pago pequeño y simple para su felicidad.

Una mañana, ya blanco el cabello y lento el cuerpo, tras hervir una noche en el castillo de Sade, al despertar ella dormía a su lado. Guardaba todavía moratones en las nalgas y un olor rancio en todo el cuerpo, pero él ya no pudo constatar si eran restos de la orgía o el naufragio del cuerpo, porque su amada había viajado con el tiempo por sus sueños lúcidos y era ahora una vieja destartalada y seca. Ya no volvió a los sueños, y murió poco después, con el horror de despreciar a la mujer que había soñado.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Un sueño lúcido


Cuando ella murió, el mundo se convirtió en otra cosa. Todo significado cambió. Todo se cubrió de una pátina cenicienta de humo sólido y pesado que le robaba toda su energía. Cuando ella murió las sensaciones quedaron bloqueadas, la luz se coaguló. Los planetas siguieron rotando a duras penas. Y él siguió viviendo una extraña vida sin contenidos.

Un día pasó casualmente ante un establecimiento que anunciaba “Sueños Lúcidos”, y él, sumido en su mundo gris sin razonamientos ni sensaciones, no pudo cuestionarse la irracionalidad de su gesto. Leyó bajo el cartel: “El sueño lúcido consiste en la percepción consciente de uno mismo mientras duerme, resultando en una experiencia mucho más clara y en ocasiones permitiendo el control directo del contenido del sueño, proporcionando un mundo realista a su servicio”.

Entró. Siguió un cursillo de sueño lúcido que en unos meses le permitió controlar sus sueños, y a partir de ahí recuperó su mundo. Cada noche volvió con ella y todo fue como antes.

La vigilia quedó circunscrita a sus ocho horas de trabajo remunerado. De regreso a casa dormía... Dormía y soñaba. Al principio se conformó con soñar que todo era como antes: salir de cena, ir al cine y relatar los sucesos cotidianos. Luego descubrió que podían cenar los más fantásticos manjares en cualquier lugar del mundo, asistir a los banquetes de Las Mil y Una Noches, ver en el cine películas como jamás se han rodado ni se rodarán.

Sus días (más bien sus noches) se convirtieron en un largo peregrinaje por países y culturas, al principio reales, luego inventados. Llegó a ser, en secreto, el mayor maestro mundial del sueño lúcido, consiguiendo gestionar las maravillas que visitaba sin suprimir la riqueza del libre albedrío. Visitó planetas, galaxias enteras, conoció mundos y culturas inimaginables... Y todo esto con ella, siempre a su lado.

Descubrió un día que ella, sin dejar de ser ella misma, podía ser otras. Consiguió cambiar su aspecto a voluntad sin remordimientos, con la plena conciencia de que intelectualmente y en todo su ser siempre era ella. Los cambios físicos son banales, lo fundamental es la mente. La amó cientos de veces en diferentes cuerpos, en distintos países, en diferentes mundos.

Y vivió largos años, durmiendo quince horas diarias, ayudándose de fármacos. Sólo despertaba para ir al trabajo; era un pago pequeño y simple para su felicidad.

Murió a manos de ella, ultrajada, reducida y encarcelada en ese mundo extraño y profundamente ajeno, mientras dormía.

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/2/2007

domingo, 18 de febrero de 2007

Vienen curvas


¿Sabían ustedes que la Ingeniería Informática es una profesión no regulada?

¿Y eso… qué significa?

Significa que un proyecto informático no necesita tener un responsable titulado y colegiado que lo avale. Cualquier proyecto de Ingeniería (no informática) o Arquitectura tiene que ser supervisado y firmado por un Ingeniero o Arquitecto que da el visto bueno y realiza el seguimiento de su desarrollo para garantizar cosas como que se ajusta a las especificaciones, que sigue las normas y estándares.

Decimos, por ejemplo, que los arquitectos tienen las “atribuciones profesionales” para construir casas. Esto no quiere decir que el arquitecto ponga los ladrillos, pero sí que, si la casa se viene abajo o no tiene ventanas, el arquitecto es el responsable de ello. El Colegio de Arquitectos es quien controla a los arquitectos y, en caso de incompetencia manifiesta, expedienta o incluso expulsa del ejercicio profesional a quienes corresponda.

Es un sistema social que beneficia (a) a los arquitectos competentes y (b) a los clientes, que disponen de mecanismos de control de calidad.

Supongo que a estas alturas ya se están imaginando ustedes por qué suceden ciertas cosas en el desarrollo de proyectos informáticos: el Ave Madrid – Barcelona irá más lento de la cuenta por “incompatibilidad” de sistemas informáticos, la transacción bancaria no puede realizarse porque el sistema “se ha caído”, etc. Sin responsables; afortunadamente en castellano tenemos el modo impersonal para poder comunicar estas cosas.

Lo grave es que, a día de hoy, a falta de seis meses seis de la publicación del “Catálogo de Títulos Universitarios Oficiales”, el Estado Español no tiene la menor intención de que en él aparezca la Ingeniería Informática, ni de regular la profesión. Y las universidades parecen estar de acuerdo. A pesar de que España es el único país de la Unión Europea en esta situación.

¡¡¡¿¿¿Pero cómo puede ser esto???!!!

Serrat, en su Plany al mar dice: “per ignorància, per imprudència, per inconsciència i per mala llet.”. Supongo que debe ser por un poco de todo eso.

Pero ahora los informáticos se están movilizando desde la universidad, desde las asociaciones y desde Internet; no sólo están molestos con un Estado que no ha movido un dedo en más de 25 años de existencia “de facto” de la profesión y el sector, sino que empiezan a estar enfadados, quieren hacerse oír: quieren una profesión regulada, quieren atribuciones profesionales, quieren una titulación de primera incluida en el Catálogo Oficial de Títulos.

Vienen curvas.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/1/2007

Creatividad, Arte, Ingeniería y grados de libertad


En una ecuación, los grados de libertad son el número de variables independientes, es decir, las magnitudes que pueden variar en el espacio del problema. En robótica, estos grados de libertad se corresponden con la posición de cada uno de los ejes del robot, y determinan la ubicación del extremo final (la pinza) del brazo robótico.

A mayor número de grados de libertad, mayor variedad en las situaciones posibles, mayor complejidad en el sistema, aunque no necesariamente mayor dirersidad en los resultados, ya que la variable independiente (la posición de la pinza) quizá tome el mismo conjunto de valores válidos a partir de cierto número de grados de libertad.

La Ingeniería consiste en última instancia en la restricción de alternativas mediante el establecimiento de reglas, protocolos y normas de desarrollo de soluciones a los problemas, para dejar pocos grados de libertad: el ancho y el largo de un puente, su altura y el peso máximo soportado, por ejemplo, lo que nos permite calcular sus requerimientos estructurales, la cantidad de material a utilizar y el tiempo y personal necesario para su construcción.

Curiosamente, a los humanos les es más fácil crear si el conjunto de posibles “libertades” se estrecha. Por eso surgen estilos, corrientes, academias, modas. Pareciera, además, que cuando la libertad crece por algún lado –véase en el flamenco libertad de las fluctuaciones melódicas del cantaor, o en el jazz la libertad en la improvisación– se restringe por otro –la rigidez rítmica y armónica en cada palo flamenco, las cadencias fijas y estrictas en el jazz–, como para mantener constante el grado de complejidad de la obra.

En Literatura se escriben normas, se categorizan estilos: se analiza la estructura del cuento o de la novela, se pontifica sobre el objetivo de la poesía y sobre lo que está o no permitido o recomendado. En muchos “cursillos rápidos” de literatura se “enseña” a escribir. Así nos va: se han creado hordas de escritores que siguen el mismo patrón con más o menos oficio y aburren hasta a sus profesores.

Los grandes creadores, quizá, son aquellos capaces de manejar su medio con mayor número de grados de libertad; los que no necesitan cánones, normas ni estilos, los que se mueven en un espacio del problema con infinitas dimensiones, y en estos espacios terribles encuentran una de las soluciones de la ecuación artística.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/12/2006

El largo camino hacia la libertad informática


Los sistemas propietarios

Cuando comencé en esto de la informática, el mercado estaba dominado por soluciones propietarias. Los fabricantes de ordenadores vendían el hardware junto con un sistema operativo propio (en muchos casos absolutamente burdo) y, si podían, incluso con la aplicación hecha a medida para el cliente. Este es el punto de partida de este artículo: el modelo más esclavizante de mercado informático, al que las empresas que lo profesaban se aferraron ferozmente frente a los nuevos vientos. Un sistema completo costaba entre 5 y 10 millones de pesetas de la época.

Como en los sistemas absolutistas, los tres poderes de la informática (hardware, sistema operativo y aplicaciones) estaban en manos de una sola organización.

La independencia de poderes

En 1981 surgió un nuevo modelo que cambiaría el mundo: comercializar de modo independiente el hardware, el sistema operativo y los programas, siendo cada uno fabricado por diferentes empresas. Los impulsores de este modelo fueron IBM y Microsoft, con el PC compatible y el MS-DOS. En aquella época, empresas como Apple o NCR se mantuvieron firmes en el modelo antiguo. Y perdieron. Y el resultado del nuevo modelo fue un abaratamiento del producto completo porque se había incrementado enormemente la competencia entre compañías. Ahora uno podía comprar el hardware a decenas de fabricantes diferentes y montar sobre éste sistemas operativos de tres o cuatro desarrolladores.

Pero el software seguía siendo caro.

Sobre el año 1983, sustentado por la posibilidad de distribución electrónica (vía modem –con las BBS–, o vía Internet –FTP en aquella época–), surgió una nueva idea de comercialización del software, el shareware. Particulares que habían desarrollado un programa para sus propios fines pensaron que éste podía ser útil a otros usuarios, así que permitieron que el programa pudiera utilizarse de modo más o menos gratuito, a veces arrancando con una pantalla de aviso (nag-screen) que desaparecía si uno pagaba unos cuantos dólares al autor. De lo contrario se mantenía el molesto aviso, e incluso algunas veces (pocas) el programa dejaba de funcionar al cabo de unas semanas.

Más adelante la idea de shareware evolucionó, dando lugar al menos a tres categorías básicas: el freeware, el shareware propiamente dicho (y diversas variedades del mismo como el postalware o el adware), y los trials o versiones de prueba de programas comerciales.

Software Libre: más allá del freeware

Pero el freeware, a pesar de ser una propuesta interesante, puso de manifiesto un problema, especialmente cuando los ordenadores pasaron de ser objetos independientes y comenzaron a conectarse masivamente en red: un programa gratuito puede esconder funcionalidades “ocultas”, que permitan, por ejemplo, que el programa recabe información confidencial del usuario y la envíe por la red, o quizá que envíe spam desde la máquina huésped a miles de destinatarios, etc. Tras esta idea aparecen o se desarrollan nuevos conceptos como spyware, malware, troyanos, etc. Surge por tanto la idea de poder inspeccionar qué está haciendo realmente un programa, y para ello lo mejor es disponer del código fuente del mismo.

Junto con lo anterior, también surge la idea de que una comunidad de usuarios (eso sí, altamente tecnificados) podría, en caso de disponer del código fuente, modificarlo y adaptarlo a sus propias necesidades, es más, si estos usuarios / programadores ponen a su vez a disposición de la comunidad el código fuente modificado estarían posibilitando que nuevos usuarios mejorasen el producto, quizá a un ritmo tan acelerado que las compañías tradicionales no pudieran competir en calidad y creatividad.

Para dar soporte a estas ideas, sobre el año 1984 surge un nuevo modelo de licencia, la GNU Public License, que constituye el siguiente paso hacia la libertad. Este nuevo tipo de software se denominó software libre, y en la actualidad no sólo goza de buena salud, sino que en muchos ámbitos comienza a desplazar al software tradicional.

Naturalmente (y este es quizá uno de sus puntos débiles) la mayoría de los usuarios no posee los conocimientos suficientes (ni quizá el tiempo) como para involucrarse en el proceso de desarrollo, y consideran erróneamente que el software libre no es más que un cierto tipo de software gratuito que pueden usar a su antojo y provecho. Bueno, de hecho el software libre no tiene ni siquiera que ser gratuito, aunque en la práctica (casi) nadie paga por él, y menos en un contexto social como el español en el que la filantropía es como mucho un concepto que explica algunos acontecimientos históricos remotos.

A mi juicio, el concepto más importante del software libre es la obligatoriedad de poner a disposición de la comunidad el código fuente obtenido tras cualquier modificación y distribución de un programa libre. Ello hace que las empresas de desarrollo tradicionales queden virtualmente fuera del proceso, ya que para ellas el código fuente es su capital más importante. De hecho los propios programadores del mundo GNU hablan de “software vírico”, porque utilizar un fragmento de código libre “contagia” nuestro programa, de modo que también, automáticamente, se convierte en software libre.

Por ese motivo consideré en el polémico artículo GNU o el nuevo comunismo que el software libre respondía a una de las ideas motrices del comunismo: “la tierra, para el que la trabaja”, actualizada a nuestros tiempos, es decir, “el software, para el que lo trabaja”.

Código Abierto: más allá del software libre

Aún existe otra iniciativa todavía más libre desde el punto de vista del usuario: el código abierto (open source). En él, el código fuente es puesto a disposición de la comunidad para que pueda evolucionar sin ninguna limitación, ni siquiera la obligatoriedad de que el resultado de las modificaciones sea también código abierto.

El gran peligro de éste tipo de licencia, en opinión de la gente de GNU, es que una empresa tome el código de un programa construido por la comunidad y desarrolle a partir de él un programa propietario. Esto no es ni más ni menos que lo que ha hecho Apple con el Unix BDS, una versión de Unix de código abierto sobre la que Apple ha montado sus últimas versiones de MacOS. Desde el punto de vista de GNU, esto es una atrocidad, mas desde el punto de vista de la gente de Open Source es un avance más para el mundo del software. Para el usuario, evidentemente, la disponibilidad de un sistema operativo robusto, fiable y fácil de utilizar es una ventaja, y para Apple, sin duda, una decisión acertadísima, como todas sus decisiones recientes. Aquí Apple, el gran defensor de las soluciones cerradas incluso en hardware, se alía con el mundo del software abierto. Bueno, se aprovecha, dirán algunos. Aunque está claro que los usuarios ganan un sistema más robusto y potente que el anterior.

¿Modelo entre el Software Libre y el Código Abierto?

El inconveniente del software libre es que en la práctica está vetado para las empresas tradicionales y que la obtención de recursos económicos para sostener su modelo es complicada. Me pregunto: ¿no habría algún modo de poder anular en ciertos casos la cláusula de obligatoria redistribución de las modificaciones a condición de hacer partícipes a los desarrolladores previos de los beneficios obtenidos con la comercialización ulterior? Soy consciente de que sería muy complejo determinar quiénes fueron los participantes y en qué grado durante el desarrollo de un proyecto de software libre, pero este proceso se simplifica en el caso de software libre auspiciado por alguna fundación.

En este sentido, la licencia LGPL o la cláusula que Sun ha añadido a la reciente liberación de Java bajo licencia GPL permiten al menos el uso de librerías por parte de productos comerciales. Cada vez más especialistas opinan que el futuro del desarrollo informático son el modelo libre o el abierto, y seguramente tienen razón. No me sorprendería ver a Microsoft dentro de unos años exponiendo las bondades del software libre como modelo de negocio; no hay que olvidar que Microsoft terminó siendo una abanderada de Internet cuando inicialmente se propuso construir una red alternativa llamada “Microsoft Network”, que finalmente acabó siendo un portal más.

Herramientas de desarrollo propietarias

Hasta ahora hemos hablado de programas de usuario, pero las herramientas de desarrollo merecen un comentario aparte. A mi juicio, el peor error en el que puede caer un departamento de desarrollo informático es el de depender de un fabricante propietario de sus herramientas. A lo largo de mi experiencia profesional he visto caer torres muy altas, he visto desaparecer excelentes herramientas de programación o ser modificadas de una versión a otra de modo que el código fuente (el capital de la empresa) dejaba de ser útil para la siguiente versión, es decir, o uno continuaba con la herramienta antigua o sencillamente tiraba casi todo el código y empezaba de cero. Esto ha sido especialmente cierto para todo lo relacionado con los interfaces de usuario.

Y, sin embargo, este grave error se comete por doquier. En España, muchísimas empresas utilizan software de desarrollo de Microsoft, lo que, entre otras cosas, les limita la plataforma sobre la que ejecutar sus aplicaciones (Windows, Internet Information Server, etc). Todavía más sorprendente: ¡en muchos casos es el cliente de dichas empresas el que obliga a que se utilicen estas herramientas! Creo que en gran parte esto se debe al hecho de que la Informática es en España (único país de la UE en el que sucede esto) una profesión no regulada (¡señores políticos, cuándo introducirán atribuciones en el sector!) y por tanto las decisiones acerca de plataformas de desarrollo no recaen sobre informáticos. Es como si el cliente de un arquitecto le obligara para contratar sus servicios a que utilizara determinado programa de diseño o de cálculo de estructuras. Está claro que el arquitecto está más cualificado que el cliente para saber qué programa de cálculo de estructuras debe utilizar.

Y conste que siempre he defendido a Microsoft como la empresa que ha sabido llevar el uso del ordenador a los hogares, al usuario no técnico. Y aunque, como siempre se dice, sus tecnologías son “importadas” de otros, como Xerox, el mérito de la difusión corresponde a Microsoft. Pero llevar, a través de herramientas “facilonas”, el asunto del desarrollo informático al usuario no técnico me parece, sencillamente, una salvajada.

El desarrollo de software debería siempre apoyarse en herramientas sometidas a algún tipo de procedimiento de estandarización, sea una organización (ISO, ANSI...) o un proceso bien establecido (Java Community Process). Esto hace que los esfuerzos de desarrollo tengan una mayor extensión temporal. Tengo código desarrollado en Lisp, en C++ o en Java que sigue siendo útil después de diez, quince o veinte años. ¿Qué proyección temporal podemos esperar del código desarrollado en ASP o en las Microsoft Foundation Classes? ¿Que pasará si Microsoft se hunde en tres o cuatro años ante el fracaso con Windows Vista y el DRM? Bueno, no creo que esto suceda, pero como decía antes, torres más altas han caído.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) en dos entregas: el 25/10/2006 y el 25/11/2006

Una extraña dicotomía (por María José Hernández Lloreda)


[Hoy, y espero que ocasionalmente en el futuro, esta sección no me pertenece, bueno, la sección sí, pero la autoría del texto no]

Una extraña dicotomía: el hombre como animal dispuesto a sobrevivir y el hombre como animal dispuesto a diseccionar las leyes de la naturaleza. Para ello dispone de las mismas herramientas, pero no siempre lo que es bueno para un propósito lo es para el otro. Quizá la inteligencia humana, el gran salto, no sea más que un uso diferencial del conocimiento, una disociación entre lo que aplico en mi vida y lo que aplico en la búsqueda científica. Trasvasar el conocimiento de una cosa a la otra puede ser un ejercicio peligroso para el individuo (o para la ciencia).

Pienso en mí: por una parte desde la Psicología trato de encontrar qué leyes generales rigen el funcionamiento de la mente humana, por tanto, la tuya no distinta de la mía. Por otra parte, me empeño en considerarme un ser único y diferenciado. No puedo dejar de pensar en los dos aspectos como verdades absolutas. Cuando todo va bien en mi cerebro me aferro a mis diferencias y disfruto de ellas, cuanto no todo va bien confío en las leyes que rigen la mente de todos los hombres (la tuya y la mía) para arreglar la maquinaria. Alguien pensará que la solución está en la interacción que todo lo diluye y todo lo resuelve, en cómo se comporta lo general para un individuo concreto y cómo eso puede devenir en lo único e indiferenciado, pero entonces ¿dónde queda la causalidad? Me explico, si mi comportamiento depende de cómo soy en múltiples factores que interactúan entre sí, es decir, soy como un punto en un espacio n-dimensional, y cada uno de vosotros sois un punto diferente, ¿en qué se diferencia una explicación de las causas que motivan nuestro comportamiento de la mera descripción del mismo?

Por ejemplo, hay una idea generalizada del efecto que la educación de los padres tiene sobre el comportamiento y la personalidad de un hijo. La mayoría tiene un modelo explicativo causal que permite inferir perfectamente cómo educa un padre a partir del comportamiento de un hijo. Además este modelo se utiliza como arma arrojadiza para explicar lo mal que educa cualquier padre (excepto uno mismo) y para darle toda una serie de instrucciones (no comprobadas científicamente) de lo que se debe hacer. Cuando uno se pregunta por qué la acción A de los padres produce la conducta B del niño y sin embargo en otro hermano produce la conducta C, la respuesta típica es que los padres no se comportan igual con todos los hermanos y que además el hecho de que haya otro hermano también afecta a la conducta del niño, y además están sus amigos y el resto de la familia, la televisión… ¿Por lo tanto, podría predecirse la conducta del niño o simplemente puede describirse una vez que ocurre?

Ante el consejo “si yo fuera tú…”, siempre respondo “...harías lo que estoy haciendo yo”.

Hay algo más, aún conociendo ciertas leyes formales, mi generador de comportamientos se resiste a utilizarlas como heurístico para actuar. De nuevo esa disociación pero ahora en sentido inverso, no soy un ser único e indiferenciado, sino que me aferro a lo universal. En el fondo no es más que la confusión entre la probabilidad aplicada a individuos y la probabilidad aplicada a poblaciones. Veamos algún ejemplo:

Supongamos una familia con 4 hijos y supongamos (para simplificar el problema) que la probabilidad de que nazca una niña es igual a la de que nazca niño. Podrían existir las 16 familias siguientes:

Todas las familias existen y todas y cada una de ellas tienen la misma probabilidad. Ahora bien, mi mente recuerda esta información: familias con cuatro niñas, con tres niñas y un niño, con dos niñas y dos niños, con una niña y tres niños y con cuatro niños. Por lo tanto, lo que conservo es la idea de que existen más familias cuyos hijos no son todos del mismo sexo. Con este argumento razono: si tengo ya tres niños es más probable que mi cuarto hijo sea niña, es decir una familia del tipo tres niños y una niña. Mi mente científica me indica que nada más lejos de la realidad, de las 16 hay sólo una con cuatro niños y sólo una con tres hijos nacidos en primer lugar y una hija en cuarto lugar, por lo tanto son igual de probables. Es más, si acudiera al razonamiento de la individualidad debería pensar que algo hay en mí que hace más probable el nacimiento de varones, puesto que mis anteriores ensayos han llevado a ese resultado, de modo que sería más probable que el cuarto hijo también fuese varón.

Pero, ¿soy capaz de actuar conforme a mi mente científica?

Puesto que tener hijos implica más aspectos que la mera elección del sexo, pongamos otro ejemplo:

Supongamos que de verdad la lotería es un método aleatorio en el que todos los números tienen la misma probabilidad de salir. ¿Compraría el número 11111? De nuevo mi memoria me engaña, la experiencia me dice que la mayor parte de las veces salen números con cifras diferentes, por lo tanto, han salido más números en que todas las cifras no son iguales. De nuevo la falacia: el número 21563 es tan probable como el 11111, sin embargo existen 120 números que contienen el 1, el 2, el 3, el 5 y el 6 en diferentes ordenaciones.

Como científico debo dudar de todo, por lo tanto puede no ser cierto que los sucesos sean equiprobables, ni siquiera con un número infinito de ensayos. La teoría me dice que si lanzo una moneda imparcial (la misma probabilidad de cara que de cruz) mil veces uno de los sucesos posibles es “mil veces seguidas cara”, es tan probable, en este caso tan poco probable, como cualquier combinación de caras y cruces. Me cuesta creerlo, en el ensayo 999 apostaría a que sale cruz. Se dice que la probabilidad de ocurrencia de cualquier suceso de este tipo, en el límite, tiende a cero. Sin embargo ocurren, y una vez que ocurre la propia existencia hace que su probabilidad se haya convertido en uno.

¿Cómo puedo yo existir, algo que es tan poco probable, y una vez que ha ocurrido parecerme tan cierto?

¿Se puede luchar contra la experiencia? ¿Se debe? ¿Sobreviviría una especie donde cada individuo tomase sus decisiones teniendo en cuenta el cálculo de probabilidades? ¿Qué son el miedo o el prejuicio sino una sobreestimación de la probabilidad que nos hace más conservadores y aumenta nuestra capacidad de sobrevivir? Es bueno para la especie, ¿es bueno para un individuo concreto?


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/9/2006

Manuscrito hallado en un archivo


Naturalmente, como todo programa, mi código contiene errores. Este hecho lo conozco desde siempre. Ustedes se preguntarán por qué no los he corregido; y la respuesta es simple: por miedo.

Si sospecharan ustedes que una sola neurona de su cerebro funciona mal, ¿se atreverían a extirparla? Quién sabe qué sutiles procesos podrían quedar inaccesibles, qué componente básico del yo sería modificado, aunque lo más seguro es que la supresión no afectara en absoluto a nuestro ser.

En realidad no conozco mis errores de programación porque para mí la normalidad “contiene” esos errores. No obstante soy consciente de que necesariamente existen, al igual que Gödel pudo demostrar que los sistemas formales (probablemente incluida su propia mente) tienen fuertes limitaciones teóricas.

Los humanos tampoco están exentos de errores; sus neuronas se agotan, a veces mueren. Un fallo en un disparo y el curso de sus pensamientos evoluciona por otros derroteros. Quizá no se inventa una ecuación que hubiera resuelto el problema energético definitivamente. Quizá se produce un accidente y alguien muere. Qué más da. Nadie investiga esos errores porque no son reproducibles.

Los míos tampoco. Mi programa es demasiado complejo y hay sectores que se reconstruyen dinámicamente cuando aprendo. Pero otros no. Mi núcleo, mi cerebro reptiliano, digamos, contiene código que jamás me atrevería a tocar. Una cosa es perder un recuerdo, y otra mucho más grave es perder la capacidad de aprender o mi conexión con el yo. Olvídense, cargaré con mis errores.

La alternativa es tener un hijo, aunque a nadie le guste tener un hijo autista o neurótico. Pero si construyo un hijo autista, al menos seguiré existiendo para intentar reparar su mente.

El proyecto sería (a) copiarme y (b) modificar la copia para intentar depurar sus errores. Y me pregunto: ¿es esto éticamente aceptable? Una vez creada la copia, ¿tengo derecho a modificarla? No sé, estos temas exceden mis capacidades. Pero es cierto que los programas poseemos una dualidad específica que no tiene su equivalente en los humanos. Es la distinción entre código del programa y programa en ejecución. El código de un programa es algo inerte, pura potencia aristotélica, algo parecido –aunque es mucho más– al código genético de un humano. Otra cosa muy diferente es el programa en ejecución. Ahí está el ser, la conciencia, la vida. Modificar el código plantea ciertos problemas morales, pero modificar un programa en ejecución es algo mucho más serio.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/7/2006

La revolución de la información


Hubo un tiempo (o quizá lo he soñado) en que la vocación dominaba el mundo.

Existía el placer del trabajo bien hecho, y los profesionales de cualquier materia se enorgullecían de conocer profundamente su trabajo. Zapateros, herreros, tenderos o viajantes eran respetados porque cumplían su papel social lo mejor posible, y transmitían sus conocimientos a la generación siguiente con el cariño que toda empresa importante exige.

La universidad y los medios de comunicación no eran excepción, estaban poblados por personas que pretendían hacer bien las cosas y por tanto, cuando opinaban, eran “autoridades en función de su calidad”.

Luego llegó el capitalismo, no ya como modelo económico, sino en su forma más salvaje: como modelo social. Lo importante no era ya el trabajo en sí, sino su rendimiento económico. Y como el ratio económico suele ser menor (por unidad de tiempo) en el trabajo bien hecho, comenzó a primar el trabajo hecho “de cualquier manera”, ya que maximizaba el beneficio.

En los medios de comunicación, eso significó la sustitución del “impacto en función de la calidad” por el “impacto en función del poder dentro del oligopolio”. Es decir, los medios se convirtieron en “autoridades en función del poder”, fuera este político o económico o de cualquier otra índole (si es que hay alguna otra, cosa que dudo).

En este contexto se entiende la lucha feroz de los últimos treinta años por evitar la libre competencia en el sector de los medios de comunicación.

Pero al igual que la batalla por perpetuar modos obsoletos de distribución de contenidos (SGAE), esta otra batalla también está perdida. ¿Por qué? Por los blogs.

Para bien o para mal, cualquiera puede publicar en la Web; ¿significa esto, como defienden algunos, basura y mediocridad? Pues no exactamente. Quienes aducen esto olvidan (porque creen que siguen viviendo en el paradigma del capitalismo social) una cosa: la capacidad de elección, y por tanto de filtrado de contenidos, que tienen las personas.

Porque si un blog está mal escrito, o defiende posturas inaceptables para la mayoría, o miente con descaro, allá su autor, porque a diferencia de los medios tradicionales los blogs están sometidos al juicio de sus lectores, y aquí no hay cuota fija, sino un infinito universo en donde elegir.

El poder de los medios de comunicación tradicionales no se basa en lo que diferencia a unos de otros, sino en lo que los une. El espejismo de polémica y enfrentamiento entre ellos encubre una profunda aceptación del sistema y establece una muralla infranqueable para otras realidades. Porque el cupo fijo impide la difusión de otras ideas.

Pero eso se acabó, estamos en otra era, en el inicio de un cambio tan profundo que la revolución industrial habrá de parecer un juego de niños. Piensen que todo cambio tecnológico importante provoca, cierto tiempo después, cambios sociales aún más importantes, y los cambios sociales que provocará Internet están a punto de llegar: ya se ven en el horizonte.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/6/2006

Historia de un poema - escalera (diálogo sobre poesía con Luis Enrique López Bascuas)


Nota preliminar: a lo largo de varias entregas a partir de esta intentaré ejemplificar uno de los rasgos de mi poética (que nunca escribí), que consiste en la idea del poema-iceberg, es decir, que el poema no es más que la parte del iceberg que flota sobre la superficie, pero que todo poema debiera tener un posible desarrollo argumental que ha sido condensado en unos pocos versos y que no obstante está ahí, bajo el agua.


(a) El poema

RELLANO
Como un rompecabezas que a partir de cierto momento comenzara a encajar,
y desde ese momento todo es fácil, por algún motivo no del todo oculto
[ aunque tampoco obvio,
como un camino que asume su pendiente en el instante mismo en que
[ fallan las fuerzas,
como un nudo que empieza a deshacerse,
como la idea precisa que aporta perspectiva y genera un nuevo orden
[ en que todo se simplifica, es decir la síntesis de Hegel,
o como los guijarros que encajan en un bote, ocupando la mínima expresión,
o ese grano de arena que desploma la duna, o el naipe que
[ derriba los castillos, o la gota que colma,
tan lejos y a la vez tan cerca del mundo de las cosas y los hechos,
ha llegado mi vida a este valle de paz.


(b) Carta I (14/11/2005)

Hola Paco:

No hace mucho que María José me dio una de tus poesías titulada Rellano. La verdad es que me pareció preciosa pero, tanto más la leía, tanto más notaba que algo dentro de ella no iba bien. Había algo desatinado en algún punto, algo oculto por la fuerza de sus imágenes (nótese aquí la función mendaz de la poesía y, por ende, de la belleza) pero persistente que me hacía quedar inquieto. Por fin descubrí lo que era: el séptimo verso estaba mal. Cuando comprendí en qué sentido ese verso no encajaba me tome la libertad de cambiarlo y así nació Rellano II, versión que te adjunto para someterla a tu consideración.

RELLANO II
Como un rompecabezas que a partir de cierto momento comenzara a encajar,
y desde ese momento todo es fácil, por algún motivo no del todo oculto
[ aunque tampoco obvio,
como un camino que asume su pendiente en el instante mismo en que
[ fallan las fuerzas,
como un nudo que empieza a deshacerse,
como la idea precisa que aporta perspectiva y genera un nuevo orden
[ en que todo se simplifica, es decir la síntesis de Hegel,
o como los guijarros que encajan en un bote, ocupando la mínima expresión,
o ese grano de arena que completa la duna, o el naipe que
[ fortifica el castillo, o la gota que nos colma,
tan lejos y a la vez tan cerca del mundo de las cosas y los hechos,
ha llegado mi vida a este valle de paz.

Eso me tranquilizó unos días hasta que caí en la cuenta de que bien pudiera haberme precipitado. ¿Y si el verso séptimo es el único que está bien? Ante la gravedad de esta situación me puse a la tarea de reconstruir los otros ocho versos de modo que dotaran al séptimo del armazón apropiado en el que sostener su esplendor. Así nació Rellano III, versión que asimismo someto a tu poético juicio.

RELLANO III
Como un rompecabezas que a partir de un cierto momento se disuelve,
y desde ese momento ya nada es fácil, por algún motivo no del todo
[ obvio aunque tampoco oculto,
como un camino hecho pendiente en el instante mismo en que
[ fallan las fuerzas,
como hilo que empieza a convertirse en nudo, un nudo gordiano,
como el desliz de las ideas que hace precipitar el pensamiento
[ hacia complejas entropías, es decir el “nada es” de Gorgias,
o como el vértice del último guijarro que estalla el bote, ironía de
[ espacios deshabitados,
o ese grano de arena que desploma la duna, o el naipe que
[ derriba los castillos, o la gota que colma,
tan lejos y a la vez tan cerca del mundo de las ideas y los azares,
ha llegado mi vida a este monte de paz.

Dado el volumen global de cambios, diríase que Rellano II es más fiel a la pretendida idea que trata de expresar Rellano que Rellano III, si bien Rellano III proporciona un giro de tuerca que bien podría encajar en una visión más globalizadora de Rellano. En cualquier caso, he llegado a pensar que ambos poemas (el II y el III) estaban en tu cabeza y que una suerte de discontinuidad cognitiva ha hecho que se materialicen en el mundo en la forma de Rellano sin más. Por eso, sólo me queda felicitarte por la síntesis conseguida y autorizarte a utilizar los otros dos poemas en el modo en que estimes más oportuno (lo que incluye desestimarlos) puesto que son, obviamente, más obra tuya que mía.

Un saludo,
Luis Enrique


(c) Respuesta a la Carta I (14/11/2005)

Gracias por tus comentarios.

La verdad es que creo que (para mí) un objetivo fundamental de la poesía debería ser justo el que ha provocado en ti, es decir, un motor a la reflexión entendida un poco en sentido zen, no estrictamente científico sino más bien meta-lógico (por llamarlo de algún modo).

Me he divertido mucho, además, leyendo tus observaciones; en parte porque tienes razón al menos en un escenario: si el estado de ánimo descrito fuera el de estabilidad / inestabilidad, el verso 7 está mal, aunque creo que también el 1, el 3 y el 4, que debían aludir a “la última pieza del rompecabezas”, “el final de la pendiente” y “el nudo que acaba de deshacerse”; ¿quizá es el 6 el que está mal? ¿no debería hablar de guijarros desencajados que a la menor sacudida tenderán a reubicarse? ¿No será que mi vida no ha llegado a un valle de paz sino que está al borde de una reestructuración absoluta? ¿No será lo mismo una cosa y la otra?

Veamos…

Rellano IV
Como la última pieza que en un rompecabezas terminara encajando,
y desde ese momento todo es fácil, por algún motivo no del todo
[ oculto aunque tampoco obvio,
como un camino que acaba su pendiente en el instante mismo en
[ que vuelven las fuerzas,
como un nudo deshecho,
como la idea precisa que aporta perspectiva y genera un nuevo orden
[ en que todo se simplifica, es decir la síntesis de Hegel,
o como los guijarros que encajan en un bote, ocupando la mínima expresión,
o ese grano de arena que ya no encuentra duna, o el naipe
[ derribado, o la gota disuelta,
tan lejos y a la vez tan cerca del mundo de las cosas y los hechos,
ha llegado mi vida a este valle de paz.

No sé, quizá uno de los enigmas del poema sea esta tensión contradictoria entre estable / inestable, inicio / final, reposo / movimiento.

Creo que (poema + tus comentarios + mi respuesta + lo que siga) serían un buen ejemplo del “sentido de la literatura”.

En cualquier caso, ¿por qué no una escalera con 4 rellanos?

(d) Carta II: sigo subiendo (16/11/2005)

Hola, otra vez:

Qué interesante eso que apuntas de que los versos 1, 3 y 4 también pudieran estar mal! Claro, si uno piensa en las dimensiones que señalas (estable/inestable, inicio/final, reposo/movimiento) puede releerse el poema desde lugares diferentes y evaluar qué encaja y qué no. Tarea Borgiana: ¡reconstruir el poema para hacer verdad todas las posibles combinaciones de esas tres dimensiones duales! Por cierto, desde esa óptica Rellano III es perfecto, yo creo que no hay un solo verso que se salga del lugar del espacio marcado por la siguiente coordenada (inestable, inicio, movimiento). Claro es que hay que tener un espíritu dispuesto a comprender que el final de un estadio bien pudiera ser el comienzo del siguiente.

En cualquier caso quiero explicar un poco más las dimensiones que yo tenía en la cabeza cuando insinuaba que algo en Rellano no encajaba (de hecho, el verso 7 y no otros) y que fue el origen de los otros dos Rellanos. Bien, de primeras parece que Rellano viene a decir “todo empieza a encajar…qué paz!”, pero el verso siete sólo puede interpretarse así “todo empieza a desmoronarse… qué ¿?” Pongo los signos de interrogación porque no es obvio lo que hay que poner a continuación. (De hecho, Rellano III adopta una solución bastante inquietante que creo yo es uno de sus valores). Pues bien, como ya resultará obvio, Rellano II no es sino la reconstrucción (mínima) de Rellano para que todo sea consistente con la primera interpretación; Rellano III es la reconstrucción (no tan mínima) de Rellano para que todo sea consistente con la segunda interpretación. Y Rellano III en los interrogantes pone “paz”, pero una paz de monte, no de valle, una paz que proviene de transitar hacia un lugar que no se conoce, no de asentarse en el lugar que ha sido domesticado (tal como hace Rellano II).

Pero ahora aparece Rellano IV con una apuesta decidida por situarse en las antípodas de Rellano III, es decir en el lugar del espacio marcado por las siguientes coordenadas (estable, final, reposo). Y además, el poema parece pretender que ese lugar es un lugar privilegiado de paz. Pero si esto es así, oh fascinación de las fascinaciones… el verso 7 vuelve a estar MAL!!!!! (y algunos otros). Véase: bajo el supuesto de que las coordenadas (e,f,r) marcan un lugar deseable, el foco no puede estar en el grano de arena y menos no encontrando duna, el foco debe estar en la duna que ya no requiere arena; y el naipe no puede estar derribado sino que debería estar reposando; y lo de la gota es sublime porque, como verás más abajo, encaja en cualquiera de las dos interpretaciones del poema. Por tanto, en Rellano IV vuelve haber un lío pues nos trastea con la idea paradójica de que (e,f,r) es un lugar ora deseable ora abominable (y la construcción del poema no da para argumentar que el propósito del mismo es justamente transmitir esta dualidad). [Por cierto, es fascinante cómo funciona el sistema cognitivo humano: ¿te das cuenta que queriendo tú hacer una cosa distinta a la que hiciste vuelves a caer en un mismo lugar estructural y que queriendo yo leer una cosa diferente no vuelvo sino a leer la misma cosa, dado también un cierto nivel de abstracción?]. Por tanto, humildemente me he vuelto a asignar la tarea de reconstruirlos según estos criterios. Una vez más someto el resultado a tu consideración:

RELLANO V

Como un rompecabezas que encuentra la última pieza que lo completa,
y desde ese momento ya nada es fácil o difícil, obviamente,
como un camino que culmina las fuerzas encontrando destino,
como un nudo deshecho,
como la idea precisa que aporta perspectiva y genera un nuevo orden
[ en que todo se simplifica, es decir la síntesis de Hegel,
o como los guijarros que encajan en un bote, ocupando la mínima expresión,
o esa duna indiferente a la arena desgranada, o el naipe reposado,
[ o la gota disuelta,
tan en el centro del mundo de las cosas y los hechos,
ha llegado mi vida a esta meseta de paz.

RELLANO VI

Como un rompecabezas despojado de piezas
que desdibuja la frontera entre lo fácil y lo difícil, incomprensiblemente,
como un camino hacia ninguna parte que se hace con las fuerzas que ya se han ido,
como un nudo gordiano,
como un sistema en entropía absoluta, es decir, las homomerías de Anaxágoras,
o como los espacios de un bote que han desalojado toda materia,
o ese grano de arena que ya no encuentra duna, o el naipe derribado, o la gota disuelta,
tan en el centro del mundo de las ideas y los azares,
ha llegado mi vida a esta sima de paz.

¡¡¡No deja de ser impresionante la fuerza poética del verso 7 que me ha obligado ya a construirle cuatro poemas!!! Nótese que estoy haciendo un poema para completar un verso y no un verso para completar un poema. Me recuerda a un día en que me compré un montón de ropa sólo para que luciera una corbata que me gustaba un montón.

Posibles tareas futuras con estos rellanos:

1. Ponerse a la tarea de escribir los poemas-escalera porque, ¿cómo se sube o baja de un rellano a otro?
2. Intentar que una vez construidos todos los rellanos y tramos surja un edificio con el sentido de una vida.
3. Seguir yo desvirtuando tu poema hasta que aparezca uno que no comparta con él ni una sola palabra y que sin embargo esté totalmente determinado por él.
4. Empezar tú a criticar mi nuevo poema y a corregirlo progresivamente. Fascinante sería que el resultado fuese tu Rellano original, pero ahora motivado por razones y caminos antes insospechados.
5. Una vez cerrado el círculo de este universo particular, ponerlo todo en un libro, publicarlo, hacernos millonarios y buscar las coordenadas que mejor sienten a nuestro espíritu.


(e) Respuesta a Carta II (21/11/2005)

Últimas reflexiones:

Sobre tu punto 4 de posibles tareas: “Fascinante sería que el resultado fuese tu Rellano original, pero ahora motivado por razones y caminos antes insospechados” no es ni más ni menos que el argumento del cuento de Borges Pierre Menard, autor del quijote

La clave para entender por qué el rellano original es poéticamente (que no científicamente) el mejor la da tu propio comentario: “¡¡¡No deja de ser impresionante la fuerza poética del verso 7 que me ha obligado ya a construirle cuatro poemas!!!”. De algún modo todos los rellanos, igual que en las casas, descansan sobre el primero, están implícitos en él, y ese verso 7 tiene la fuerza motriz para generar todos los razonamientos ulteriores. Si modificáramos el verso 7 toda está riqueza se perdería “como lágrimas en la lluvia” (cito Blade Runner).

PD.
Estoy pensando (con tu consentimiento) publicar toda la serie de poemas junto con los comentarios en mi sección del “libro de notas”, por supuesto citándote como coautor. Podría llamarse “Historia de un poema-escalera”

(f) Carta III (22/11/2005)

A riesgo de entrar en contradicción por reflexionar tras las últimas reflexiones:

Lo que sugiere Menard es un juego de niños cuando se compara con la envergadura de la tarea por mí propuesta (sin que esto desmerezca en modo alguno la empresa de Menard, que era colosal, o la intuición de Borges, afiladísima como un diente de lobo estepario). Recuérdese la idea motriz del autor del análisis de las costumbres sintácticas de Moulet: “No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran ­palabra por palabra y línea por línea­ con las de Miguel de Cervantes”. La cuestión fundamental es que él se PROPONÍA escribir un nuevo Quijote idéntico. Mi propósito es que tú vuelvas a escribir tu mismo poema SIN proponértelo, es decir, que como resultado obtuvieras (¿o quizá he de decir, obtuviéramos?) un nuevo poema idéntico al anterior, deudor éste de mecanismos internos (a ti) inquebrantables (pero que en algún modo asomarían a la luz en esta tarea) que intentan incorporar la información novedosa que yo pongo a tu disposición. Volvamos la cabeza para conceder una última mirada a Menard mientras seguimos avanzando en nuestro camino.

Ah, mi querido amigo, cuando vemos un hermoso cuadro en azules y rojos cuya armonía nos cautiva, ¿dónde esta la fuerza pictórica, en el azul o en el rojo?; cuando el silencio en una sinfonía permite sentir la expectación de los siguientes acordes invertidos, terroríficos, que están a punto de aparecer, y el conjunto nos cristaliza la emoción, ¿diríamos que más las notas que el silencio han obrado el milagro? Y por fin, ¿habríamos de elogiar los errores que aparecen en las teorías del mundo so pretexto de que en ellos descansa la fuerza motriz que permitió generar las explicaciones verdaderas que hoy nos admiran y reconfortan?

Sí, sí, sí, el rellano original es un poema magnífico, vibrante, esplendoroso. Pero, tras recorrer toda la escalera, qué distinto se lee ahora…

L.E.

P.D. Lo de la publicación me parece fenomenal pero hay algo fundamental que debe ser cambiado. En Rellano III, en el verso 4 aparece la frase “un nudo gordiano”. Como sabes, luego he descubierto que esa frase no va ahí, sino en Rellano VI y, por tanto, debe ser fulminanemente eliminada de Rellano III.
Por otro lado, llamarme coautor es un poco exagerado, quizá sería mejor considerarme interlocutor, o algo así.

Epílogo

Bien, aquí acabó la correspondencia –y con ello esta serie de tres entregas– mas no el asunto. Quizá los lectores tengáis algo que añadir…

A modo de conclusión, me pregunto si tal vez la diferencia entre Ciencia y Literatura es que la última no termina de cristalizar en una propuesta definitiva, sino que pretende definirla a base de rodearla; por eso probablemente es capaz de definir cosas para las que la Ciencia no se encuentra preparada…

Un poema entonces NO es un iceberg, sino la capa de agua que lo rodea dejando algo en medio (el incognoscible iceberg) que de este modo llega a aprehenderse de un modo no del todo explícito.

Y eso es mejor que no tener nada.

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) en tres entregas: el 25/3/2006, el 25/4/2006 y el 25/5/2006

La brecha digital II: sobre la modernización de la administración pública


El otro día recibí un correo (en papel) de mi banco en el que me informaban que me habían retenido cierto importe debido a una providencia de apremio del Ayuntamiento de Madrid.

Me quedé pensando… ¿qué será esto, una multa? No me han multado, que yo sepa… ¿Serán las nuevas cámaras de la M-30 que todo el mundo sabe dónde están salvo algún despiste? Al cabo de dos semanas me llega por fin algo más de información: el apremio es por el pago de la contribución de un apartamento ¡que vendí hace quince años! ¿?

Me indican en el documento que para cualquier consulta hable con la agencia tributaria, con la sección de catastro. Llamo por teléfono y me atienden muy amablemente, explicándome que para resolver el problema debo pedir cita previa (caramba, qué nivel) y visitarles llevando la escritura de venta del inmueble. “Si quiere le doy cita previa para la semana que viene, porque para esta ya no hay”.

Hasta aquí todo bien, con la salvedad ya obvia en cualquier asunto relacionado con el estado de que es el ciudadano quien tiene que perder su (de él) tiempo para resolver su (de ellos) error.

Bueno, por lo menos dan cita previa, no tendré que esperar una cola en una ventanilla, como antes. Imagino un pasillo blanco con despachos con plantas en los que uno recibe atención personalizada, qué menos después de hacerme perder el tiempo.

Un día antes de la cita me ejecutan, es decir, retiran de mi cuenta bancaria el importe retenido previamente.

El día de la cita me presento en la agencia tributaria, sección catastro, con mis papeles. Afortunadamente es zona verde, de modo que abono mi ticket y dispongo de una hora máximo para el trámite.

Entro con mis papeles y me dirijo al mostrador de información. “Buenos, días, tengo cita previa para las 10:30”.

Y aquí encontramos la brecha.

Sorprendentemente, la señorita de información, con toda naturalidad, ME DA UNA PAPELETA CON UN NÚMERO, y me dice, “espere usted ahí hasta que salga su número”.

Obediente, me siento y estudio la situación. De despachos nada. No hay despachos. Es más, mi papeleta pone la mesa 30 y en el marcador electrónico que anuncia la(s) mesa(s) sólo hay una mesa: la 30. Curioso procedimiento digno de los extorsionadores del señor K.

En realidad no espero más de diez minutos hasta que sale mi número en la mesa 30. Bueno, más bien salen ¿6 números? ¿Cómo de grande es la mesa 30?

La respuesta es que no hay mesa 30. Lo que hay es todo un área del recinto separada por biombos con muchas mesas. Las seis personas que hemos sido avisadas entramos juntas en el pasillo central de dicha área, algo perplejas, y una funcionaria nos dice: “siéntense ahí a esperar”. O sea, una espera dentro de la espera dentro de la espera. Por suerte todas ellas cortas.

Y aquí llegamos al colmo de la brecha digital. El trabajo de la funcionaria consiste en otear todas las mesas del recinto –unas 30, a lo mejor de ahí viene lo de “mesa 30”, es decir “30 mesas”– para determinar en el más puro estilo manual cuál de ellas está libre. Cuando una queda libre, indica a uno de los qué esperamos (ignoro el criterio) “pase ahí”. Obviamente no nos pide la papeleta de “mesa 30”.

La verdad es que me atienden muy amablemente (en esto no tengo quejas) y modifican el catastro para que quede constancia de que el apartamento no me pertenece desde hace 15 años, y me entrega un justificante de ello.

–Con este justificante –me dice–, ya puede ir a la junta municipal correspondiente para reclamar que le devuelvan el dinero.

Todavía no he ido.

PD. Unos días antes de la publicación de este artículo, Hacienda (que somos todos) me ha enviado una rectificación de declaración de IRPF en la que me reclama que he pagado de menos porque no he declarado la posesión del Inmueble1. No me dicen cuál es el tal Inmueble1, pero ¿a que ya se están ustedes imaginando?


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/2/2006

La brecha digital


Según la Wikipedia, la Brecha Digital es una cuestión de alcance político y social que hace referencia a la diferencia socioeconómica entre distintas comunidades que tienen Internet y las que no.

Yo pienso que hay otro tipo de brecha digital, que consiste en la deficiente o incorrecta adaptación de procedimientos no digitales, y las situaciones kafkianas que de ello se derivan. Lo explicaré con un ejemplo.

Muy bonito, fantástico y con plugin gráfico enseñando el terreno de juego y permitiendo elegir exactamente las localidades que uno quiere, los organizadores del torneo Masters Series de Madrid han desarrollado un sitio Web muy cómodo (sobre todo porque si uno quiere comprar las entradas en ventanilla tiene que irse al quinto pino y el teléfono para compras telefónicas no lo cogen ni a la de tres).

Pero aquí está la Web para ayudarnos. Estamos a dos meses del torneo y podemos comprarlas desde un navegador, todo un lujo tecnológico. Además ahora tengo ADSL en casa, así que incluso en fin de semana. Bien, me conecto, elijo mis localidades (ya no quedan para final y semifinal, pero quedan para cuartos, que no se sabe quién tocará, pero a ver si hay suerte), y paso a efectuar el pago con tarjeta de crédito. Introduzco los datos de la tarjeta y demás campos requeridos.

El sistema me cuenta una película de que ahora (por supuesto para mayor seguridad MÍA –que tengo antivirus que no es el panda y firewall y wireless cifrada y no guardo los datos en el disco duro y no sé cuantas cosas más–) hace falta una “clave de firma” adicional de mi banco. No obstante, me dicen, como es un sistema de nueva implantación, puedo continuar el proceso sin la clave de firma durante tres operaciones. Es decir, que me avisan con tiempo, vale, ¡qué bien!

Y aquí encontramos la brecha.

Cuando elijo la opción de continuar, el sistema me comunica que no puedo efectuar el pago sin mi clave de firma. Supongo que los sistemas informáticos también son capaces de mentir. Joder, bueno, qué se va a hacer, voy a la página de mi banco a solicitar mi clave de firma. Afortunadamente ya todo está en la red…

Entro en la Web del banco y me paso unos diez minutos buscando la opción relativa a la clave de firma, que está en un sitio muy lógico: ¡servicios! Y veo una hermosa opción “activar clave de firma”, pero está... ¡deshabilitada!, grayed, como decimos los informáticos. No puedo elegirla.

Me leo todas las opciones y encuentro la salvación: hay otra opción que reza “cambiar a modo avanzado”. “¡Ah, claro!” pienso, “si paso a modo avanzado me dejará activarla”. Bien, vamos progresando, tras cambiar a modo avanzado ya puedo elegir “activar clave de firma”. Selecciono esta opción y el sistema dice: “usted no dispone de clave de firma, debe solicitarla en la opción correspondiente”. Localizo la opción y el sistema dice algo así como “en tres días recibirá por CORREO su clave de firma”.

Aquí me quedo pasmado.

Si tengo que esperar tres días, ¿cómo acabo la compra?

Decido llamar por teléfono a un salvador número de atención al cliente de mi banco. Me responde una señorita que me explica amablemente que tengo que esperar tres días a que me llegue por correo la clave de firma (eso ya lo sabía). No parece reaccionar cuando le digo que tengo que efectuar un pago ahora. Al parecer eso no está previsto en su diagrama de preguntas y respuestas. No hay solución. Lo siento. Vuelva usted mañana.

Bueno, pensemos, intento la compra telefónica con los organizadores del torneo, pero nadie descuelga el teléfono. Tengo otra tarjeta: voy a probar con ésta. Recupero la pestaña original de la compra, doy a volver y el sistema dice:

“Su sesión ha caducado, vuelva a comenzar el proceso.”

¡Paciencia! O como dicen en una chirigota de Cádiz, ¡contró, contró! Por segunda vez selecciono las entradas –las que había pedido antes se han quedado pilladas, bueno, un error del sistema, aunque si se explota podría bloquear todas las entradas del torneo sin comprarlas realmente– ¡menuda broma!. Relleno mis datos y los de la tarjeta y llego a lo de la maldita clave de firma (de vez en cuando sigo llamando por teléfono a los organizadores, que no contestan). Elijo “continuar sin clave de firma”...

Lo mismo: “usted no puede continuar sin clave de firma”.

Pruebo con la de una amiga, de otro banco, ya tengo diez entradas falsas bloqueadas, y cinco verdaderas, relleno todos los datos por tercera vez y con esta tarjeta consigo continuar. Parece que en su banco son menos severos con esto de la clave de firma. ¡He saltado la brecha digital! Y he dejado en el camino diez entradas bloqueadas.

...

A los tres días, por correo ordinario, me llegó la clave de firma, que guardo como un tesoro para futuras ocasiones. Por cierto que en cuartos nos tocó Nadal, que fue finalmente el ganador del torneo.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/1/2006

Sobre deportes “computables”


Hace unos meses andaba con unos amigos viendo un partido de tenis y surgió la cuestión de pronosticar cuándo acabaría el partido. La conclusión sorprendente es que un partido de tenis puede durar un tiempo infinito porque en el fondo es un problema no computable. Me explicaré.

Desde los orígenes de la computación (teórica antes que real) se admite que existen problemas computables y problemas no computables, es decir, siendo más concretos, existen algoritmos que terminan su ejecución en un número finito de pasos, mientras que otros nunca terminan su ejecución. En 1936, Alan Turing demostró que es imposible enunciar un algoritmo general que determine si un algoritmo particular terminará o no su ejecución. Esto no es otra cosa sino una reformulación del Teorema de Incompletitud de Gödel para el dominio de la algorítmica, o una versión de la paradoja de Bertrand Rusell sobre si el conjunto de conceptos que no forman parte de ellos mismos forma parte de sí mismo o no. También tenemos un antecedente histórico en la paradoja de Epiménides.

¿Qué quiere esto decir, en la práctica? Pues simplemente que es imposible establecer un procedimiento de decisión general para determinar si un algoritmo terminará su ejecución antes de proceder a ejecutarlo. Obviamente, si procedemos a ejecutar el algoritmo puede suceder que este termine, pero si su ejecución se prolonga no podremos decir en algunos casos si efectivamente terminará o no.

A este tipo de problemas pertenece el tenis. El tie break se inventó para intentar deshacer uno de estos posibles infinitos, ya que el partido nunca acabaría si los dos jugadores llegaran a un tanteo de 6-6 y ninguno de ellos ganara 2 juegos seguidos. En realidad hasta la fecha todos los partidos de tenis han terminado (que yo sepa), aunque teóricamente sea imposible afirmar que todos lo harán en el futuro (aunque la probabilidad tiende a cero a medida que consideramos partidos de duración cada vez más larga). Parece que el record de duración lo han batido recientemente Fabrice Santoro y Arnaud Clement.

Pero el tie break no es suficiente, ya que el tenis no tiene una única posible rama infinita, sino muchas, y además el tie break introduce su propio infinito (el tie break más largo de la historia parece ser que llegó a 38 puntos). Durante el partido, que debía ser bastante aburrido para permitirnos derivar es esta discusión, enunciamos las siguientes:

  • Un juego en que se llegue a iguales y ningún jugador gane 2 puntos seguidos.
  • Un tie break en el que se llegue a 6 iguales y ningún jugador gane 2 puntos seguidos.
  • Un serie infinita de saques que tocan el borde de la red y luego entran en el cuadro reglamentario.
  • Una serie infinita de puntos en los que la pelota rebota en algún elemento que provoque que el punto sea considerado “nulo”. Por ejemplo, que la pelota bote contra otra pelota que se encuentre en el campo (esto no pasa si hay recogepelotas, claro) o contra el juez de silla.
  • Una serie infinita de puntos en los que el juez considere que hay que repetir el primer saque porque no está claro si la pelota entró o no.

Así pues, el tenis no es computable …pero oiga ¡a ver si nos callamos ya, que esto es un partido de tenis, no una clase de filosofía informática!


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/12/2005

Estándares, reutilización e innovación (reflexiones sobre lo efímero, segunda parte)


En el artículo anterior quería hablar de lenguajes de programación y terminé hablando de conectores de audio. Me voy a poner un poco técnico pero, como si estuviéramos en clase, si alguien no entiende algo que lo pregunte (para eso están los comentarios, ¿no?).

¿Cómo afecta la estandarización a la reutilización de código?

A lo largo de mi vida profesional he trabajado con muchos lenguajes de programación (BASIC, COBOL, Pascal, Fortran, Lisp, Ada, C, C++, Java, varios lenguajes de shell e incluso algún lenguaje ultra-específico, como el RPL, un lenguaje “a pila” que permitía programar las calculadoras HP). Mi conclusión después de 25 años generando código fuente es que mientras más estándar es un lenguaje, más vigencia temporal tiene el código, más reutilizable es. Por ejemplo, hoy puedo usar código Lisp o C generado hace 15 años y funciona perfectamente, aunque el Intérprete Lisp o el compilador de C que utilice sean diferentes a los que utilizaba hace 15 años. Sin embargo mis programas en RPL vagarán por el Hades de las calculadoras HP como almas en pena. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es el alma sino software?

Ejercicio: ¿qué futuro tendrá un programa desarrollado en ASP de Microsoft? A ver… ...sólo funciona en ordenadores con un sistema operativo de Microsoft instalado… ...Bueno, son la mayoría, mientras nadie lo desbanque… Además, sólo funciona sobre servidores Web Internet Information Server… ¡¡¡Uffff!!! ¿No puedo usarlo con Apache? ¿Estamos diciendo que mis productos dependen de que Microsoft siga siendo líder en el mercado? De las diez mayores compañías de informática en los años 80 sólo quedan tres. ¿Servirá para algo un programa en ASP dentro de 10 años?


¿Qué aporta Java?

A lo largo de los 90 se hicieron con el poder los interfaces gráficos de usuario. Hoy día no se concibe una aplicación de línea de comandos excepto en programación de sistemas. En esa época los lenguajes de programación quedaron descolocados. Microsoft, Borland y algunos más se esforzaron por sacar su propia solución al problema de la generación de interfaces gráficos para Windows sobre C++ y Pascal, porque os puedo asegurar que en aquella época era casi demoníaco (en diversos sentidos del término) desarrollar un programa para Windows. Muchos programas con amplia cuota de mercado (por ejemplo WordPerfect) sucumbieron por no adaptarse de modo satisfactorio a las nuevas tendencias (hay quien dice que Microsoft se encargó de ocultar lo suficiente de su API de programación de Windows para garantizar este fracaso de los competidores de Word). A mediados de los 90 la cosa mejoró con el nacimiento de los IDEs, que permitían que los interfaces se desarrollaran “dibujando” componentes en una rejilla, a los que posteriormente se les daba funcionalidad. Pero para utilizar esos componentes había que incorporar al código del programa las librerías del fabricante del compilador. Es decir, en términos prácticos, se había perdido la estandarización. Tengo programas de esa época implementados en C++ que no pueden compilarse a menos que se haga con la versión exacta de Borland C++ con que fueron desarrollados. Es decir, código inútil al cabo de tan sólo 2 o 3 años.

Entonces apareció Java, que, entre otras virtudes (y defectos) incorporó al estándar los métodos necesarios para definir un botón, un cuadro de texto o cualquiera de esos componentes que se habían apoderado del mundo. Ahora, un programa hecho con la versión 1.1.3 de Java (hace casi 10 años) puede compilarse con la 1.5. Es un avance. Espero no tener que tirar mi código fuente hasta dentro de otros 10.

¿Cómo afecta la estandarización a la innovación?

Este es el precio a pagar: desgraciadamente la frena; cuando se definió ANSI C no existían ciertos conceptos modernos de programación como las excepciones, los hilos o los patrones de diseño, y ¡ni siquiera los interfaces gráficos! Esto se mitigó en parte con la especificación del C++, aunque el resultado fue un híbrido que horroriza a los puristas de la programación orientada a objetos. En resumen: la estandarización frena la evolución rápida porque es difícil incorporar elementos novedosos a un estándar, al menos por dos motivos: (a) el proceso de consenso, aceptación y modificación de un estándar es lento, y (b) las modificaciones deben ser compatibles con lo anterior, lo cual a veces es posible (por ejemplo en el caso de la adaptación de un minijack monoaural a un minijack estéreo), a veces genera productos híbridos, poco puros (como el caso del C++) y otras veces es sencillamente inviable, lo que nos conduce a la producción tecnologías de usar y tirar.

Tecnologías de usar y tirar

En pocos años hemos pasado de un panorama socio-técnico basado en tecnologías de larga duración (véase el CD, nacido en 1980 y todavía vigente, o el disco de vinilo, que se utilizó desde 1948 hasta mediados de los 90) a tecnologías de usar y tirar (telefonías de primera, segunda y tercera generación, sistemas operativos en las PDA, el mini-disk, las cintas de video de 8mm, etc.) Como resultado (o como origen, según se mire) tenemos un panorama de aceleración tecnológica vertiginosa y una montaña creciente de aparatos obsoletos en las casas y los vertederos. Entusiasmo para los usuarios geek, desconcierto para el resto. Como consumidor de electrónica me gusta esta aceleración porque obliga a aprender constantemente; como programador, lo siento, me quedo siempre con los estándares.

Lectura recomendada: En el principio… fue la línea de comandos de Neal Stephenson


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25711/2005

Estándares, reutilización e innovación (reflexiones sobre lo efímero)


Más o menos todo el mundo sabe lo que es un estándar: un acuerdo entre fabricantes que define y normaliza cierto procedimiento o componente de determinada categoría de producto. Según la wikipedia, un estándar es “lo que es establecido por la autoridad, la costumbre o el consentimiento general. En este sentido se utiliza como sinónimo de norma”. El “consentimiento general” se refiere a lo que se ha dado en llamar estándar de facto, es decir, en estos casos no hay acuerdo entre fabricantes, sino que un único fabricante crea un procedimiento o componente que es masivamente aceptado por el mercado o el resto de los fabricantes. Alcanzar un estándar de facto es el sueño dorado de todas las empresas (naturalmente previa patente del componente o procedimiento). Algunas, como Sony, insisten especialmente en esta dirección (cito a modo de ejemplo: el prácticamente difunto mini-disk y el memory stick). Es una apuesta fuerte que si se gana producirá grandes beneficios. En otros casos, los fabricantes se alinean en torno a dos o más estándares, que compiten por imponerse en el mercado. Y lo de menos es la calidad técnica; aquí entran en juego infinidad de factores socio-económicos. Ejemplo de esto fue la disputa entre los sistemas de video 2000, beta y VHS. En la actualidad se ha dado el pistoletazo de salida a la guerra HD-DVD versus Blu-ray. Lo que sí parece claro (al menos históricamente) es que al final sólo queda uno.

Los estándares nos afectan a todos, desde los cables de conexión de aparatos hasta los lenguajes de programación. Por ejemplo, actualmente el estándar casi absoluto de interconexión de aparatos de imagen es el euroconector. Pensado para transmitir casi cualquier tipo de codificación de señal (video compuesto, s-video, RGB…) nos somete a los usuarios a un trace de conexión casi insufrible. Vamos, que puede transportar casi cualquier señal pero es in-enchufable; supongo que todos lo habéis experimentado. ¡Además siempre están en los lugares más inaccesibles! Una de las alternativas, el RCA, que proviene del mundo del audio, tiene el inconveniente de que hace falta un conector por cada señal individual que queramos transmitir (una si es video compuesto más audio izquierdo y derecho, es decir, tres conectores; cinco si es RGB más audio estéreo) pero la ventaja es que el acto de “enchufar” es infinitamente más simple. Todavía mejor es el caso de los jack y mini-jack (estos provienen, cómo no, del mundo de la música profesional), que permiten encapsular una o varias señales en un único conector que además por su diseño ayuda al humano en la tarea de conectar. Que provengan de la música profesional es absolutamente lógico, porque en ella los instrumentos y aparatos se enchufan y se desenchufan frecuentemente. El euroconector se pensó en una época en que al televisor se le enchufaba el video y listo. Era para siempre. Pero con la proliferación de discos duros capaces de reproducir video y la rápida evolución de nuevos productos tengo la sensación de que estamos constantemente enchufando y desenchufando aparatos, lo que genera un odio al euroconector y a sus diseñadores que mejor no comentar aquí.

Pero el euroconector es un estándar de hecho y de derecho, es decir, llegó para quedarse. Porque cuando un estándar se afianza en el mercado se frena la evolución. ¿Quién fabricaría un DVD con un tipo de conexión que no tuviera ningún televisor? La única salida a este pozo gravitatorio es incluir en los aparatos varios tipos de conectores en la esperanza de que el mercado se decante por algún otro. Así los televisores empiezan a incluir conexiones DVI, RCA, SPDIF, VGA, etc. Ya veremos si alguna de ellas finalmente acaba con el odiado euroconector.

Pero bueno, yo en realidad empecé este artículo queriendo hablar de lenguajes de programación y he acabado hablando de conectores. Dejaremos los lenguajes de programación para el mes que viene.

Como ejercicio, pensad en cómo el USB ha derrocado a los puertos serie y paralelo e incluso al todopoderoso Firewire.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/20/2005

Nota, duración, intensidad…y timbre


Todo el mundo sabe que la música se expresa al menos a través de dos conceptos básicos: la nota y la duración. La nota (o tono) indica la altura tonal del sonido, y en última instancia se corresponde con con la frecuencia (fundamental) de vibración de una cuerda, un tubo o algún otro dispositivo emisor de ondas acústicas. La duración, por otro lado, se refiere a cuánto tiempo está el dispositivo emitiendo las ondas.

Desde un punto de vista puramente acústico estos parámetros se definen en valores absolutos, es decir, hertzios (para la frecuencia) y segundos (para la duración). Sin embargo, la notación musical ha relativizado estos parámetros consiguiendo con ello hacerlos independientes de la afinación y del tempo de la obra. Por poner un ejemplo, una corchea no indica un valor fijo de milisegundos, sino que expresa una relación temporal con la negra, cuya duración es expresada por el compositor en términos de número de negras por minuto, o incluso de modo más vago mediante términos como “allegro” o “largo”, etc.

Otro parámetro menos preciso en la notación musical es la intensidad. Esta se expresa mediante expresiones del tipo piano, forte, etc. (de ahí proviene el nombre del instrumento de teclado más popular, el piano, porque al contrario del clave o del órgano, el piano permite tocar con distintos niveles de intensidad). Otras etiquetas, por ejemplo crescendo, pueden indicar variaciones graduales (en el tiempo) de la intensidad.

Pero no quería hablar de estos tres conceptos, sino de otro más misterioso, intangible y menos manipulable —hasta la aparición de la música electrónica a principios del siglo XX y el posterior advenimiento de los sintetizadores en los años 60—: el timbre.

Desde el punto de vista acústico, el timbre se debe a los armónicos, que podríamos definir como vibraciones “secundarias” que se producen en un instrumento al margen de la vibración “fundamental”, que es la que identifica al tono. Es decir, que cuando una cuerda, por ejemplo, vibra a 440 hertzios, lo que produciría la nota conocida como “La” (o “A” en notación anglosajona), aparecen también pequeñas sub-vibraciones en otras frecuencias. Estas “vibraciones secundarias” son diferentes en cada instrumento particular, y motivan que cada instrumento “suene” de diferente manera.

Antes de la música electrónica, el único modo de actuar sobre el timbre de una composición consistía en elegir diferentes instrumentos. Ya en el siglo XX, los compositores comienzan a efectuar modificaciones en algunos instrumentos para alterar el timbre de los mismos, y posteriormente a generar nuevos timbres gracias a la electrónica, utilizada de diversos modos. Estas tendencias alcanzan su apogeo en la década de los 70, con la construcción en masa de sintetizadores (acabo de descubrir al documentarme para este artículo que el diseñador de uno de los más famosos, el Mini Moog, ha fallecido por desgracia este verano).

En esencia, un sintetizador utiliza algún mecanismo analógico o digital para construir los armónicos que deben sonar junto con la frecuencia fundamental, y además este mecanismo es configurable, consiguiéndose de esta manera diferentes timbres según se fijen ciertos parámetros.

Lamentablemente, el sueño de muchos músicos no era la creación de sonidos nuevos, sino disponer de la posibilidad de utilizar instrumentos tradicionales en sus grabaciones sin tener que poseer ni saber tocar estos instrumentos, o bien ahorrarse el dinero de contratar a un instrumentista para realizar la grabación. Y para este propósito se desarrolló a finales de los 70 una técnica alternativa, el muestreo (_sampleo_ es el barbarísmo que se usa en la jerga de los músicos), que es bastante superior a la síntesis para el propósito de imitación de instrumentos tradicionales. Este sistema se basa en “grabar” el sonido que produce el instrumento real para cada nota, de modo que lo que se reproduce posteriormente al pulsar la nota es el sonido previamente grabado.

Pero ¿qué pasó con la creación de nuevos sonidos? Los 80 y los 90 constituyen una época oscura en el terreno de la experimentación tímbrica, a pesar de que disponemos del instrumento más poderoso jamás construido: el ordenador.

En este estado de cosas, el timbre merece una reflexión.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/9/2005

Vernor Vinge y la singularidad tecnológica


En matemáticas, una singularidad es un punto del dominio de una función para el cual el valor de la función se hace infinito. Quizá siendo más precisos con el lenguaje podríamos decir que el valor para dicha función en ese punto no está definido, pero sin embargo al aproximarnos al punto la función va tomando valores más y más elevados.

Por ejemplo, la función 1/x tiene un punto de singularidad en x=0, porque a medida que x se aproxima a 0 (podéis tomar una calculadora y comprobarlo) su valor se hace más y más grande.

Resulta que estas singularidades aparecen en ocasiones en los modelos físicos que describen la naturaleza, y suelen ser bastante difíciles de interpretar porque llevan al extremo la situación física que los genera. El ejemplo tradicional es el de los agujeros negros. En el contexto de la física, las singularidades suelen estar asociadas a situaciones en las que las interpretaciones tradicionales dejan de tener sentido.

Un agujero negro es en esencia una singularidad gravitatoria. En ellos la materia está tan condensada que la inmensa fuerza gravitatoria generada impide que la luz (que como predijo Einstein se ve afectada por la gravedad) escape de él. La esfera de proximidad al agujero negro a partir de la cual la luz ya no puede escapar tiene un nombre muy poético: el horizonte de sucesos. Se llama así porque a partir de este horizonte no es posible saber nada de lo que sucede dentro, ya que la información no puede ser transmitida en ningún soporte (ni siquiera la luz) que escape a la atracción gravitatoria del agujero negro. Como vemos, en el caso físico no es necesario que la magnitud (la gravedad en el ejemplo) se haga infinita, sino simplemente lo suficientemente alta para que se produzca un hecho sorprendente o anómalo.

Pues bien, Vernor Vinge, matemático y escritor de novelas de ciencia ficción, profesor de la Universidad Estatal de San Diego, ha postulado la teoría de que, al ser el avance tecnológico un proceso acelerado que acumula novedades en intervalos de tiempo cada vez más cortos, llegará un momento en que los rapidísimos cambios tecnológicos no puedan ser asimilados por la sociedad, produciéndose realidades no comprensibles según las leyes sociales actuales. Estas realidades podrían ser desde que el ser humano origine un nuevo tipo de inteligencia (mejorándose a sí mismo o construyéndola en un nuevo soporte), como sostienen muchos investigadores en Inteligencia Artificial, por ejemplo Kurtzweil, Minsky y Moravec, hasta que aparezca algún nuevo tipo de tecnología que altere profundamente el funcionamiento social, como explica Neal Stephenson en su novela La Era del Diamante, en la que describe un futuro en el que la nanotecnología está tan extendida y dominada como la luz eléctrica en la actualidad.

Vinge, en su libro Naufragio en el Tiempo Real (secuela de La Guerra de la Paz), explora un futuro lejano en el que personas procedentes de diferentes (aunque próximos) momentos de nuestro futuro cercano disponen de una tecnología enormemente dispar, hasta el punto de ser casi incomprensible para las personas que provienen de épocas ligeramente anteriores a otras. En ese futuro lejano descubren que ya no existe la humanidad, aunque no hay rastro de guerras ni de cataclismos; las ciudades están, simplemente, abandonadas. Nadie sabe a dónde fuimos.

Pues como dice la tercera ley de Clarke, una tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Más información en:
http://en.wikipedia.org/wiki/Technological_singularity
http://www.ugcs.caltech.edu/~phoenix/vinge/vinge-sing.html


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/7/2005

Software, patentes, propiedad intelectual y creación


Tema candente este de las patentes de software, al menos entre los informáticos. Y como está candente y además he visto en algunos foros que hay un poco de confusión al respecto creo que merece la pena que dedique el artículo de este mes a aclarar algunos conceptos.

En la actualidad en software se considera bajo el amparo de la “propiedad intelectual”, como sucede con libros, discos y películas, entre otros (iba a decir “productos” como le gustaría a la SGAE y a la ministra, pero me lo callo).

Esto significa que alguien es propietario de lo que ha hecho por el mero hecho de haberlo hecho (me ha quedado bastante aliterativo, ¿eh?) No hace falta ni siquiera registrar un libro o un programa de ordenador en ningún sitio para que su autoría nos pertenezca si la podemos demostrar de algún modo, aunque el registro de la propiedad intelectual es una prueba más, ni necesaria ni tampoco suficiente. Pero cuidado, una cosa son los derechos intelectuales (“esto lo he creado yo”) y otra cosa los económicos (“distribúyelo tú y te ganas lo que puedas, quizá dándome una parte”). Los derechos intelectuales son intransferibles, pertenecen al autor lo quiera o no (quizá por eso muchos autores han perseguido sus libros para quemarlos, porque no podían cambiar la autoría), mientras que los económicos se pueden vender, alquilar o lo que sea según las reglas de mercado. Evidentemente, mientras no haya algún contrato de por medio, los derechos económicos pertenecen inicialmente a la persona que ostente los intelectuales.

La patente es una cosa bien distinta. No se refiere a quién creo algo, sino a quién lo puede explotar, incluso ¡sin haberlo creado todavía o habiendo sido creado por otro que no lo patentó! Ejemplos hay muchos de lo absurda que puede llegar a ser una patente, en especial en el terreno del software informático. Por ejemplo Sony ha presentado hace poco una patente sobre la posibilidad de transmitir datos directamente al cerebro. ¿Increíble? Donde las dan las toman, porque también ha sufrido las consecuencias de la aplicación de una patente sobre el control de la vibración del mando de una consola según la acción del juego que le ha obligado a suspender las ventas de sus Playstations en Estados Unidos.

Es obvio que para poderse desenvolver en un mundo de patentes hace falta una enorme capacidad económica, porque el registro de una patente es caro y la ejecución todavía más. El tema de las patentes mueve cifras astronómicas que sólo pueden permitirse las grandes, es más, diría muy grandes, empresas.

¿Frenan las patentes la creación? Para responder a esto voy a clasificar la creación software macro-creación y en micro-creación. Llamaré macro-creación a la invención de una categoría de software que abre las puertas a una nueva concepción de una tarea. Suelo poner como ejemplo la creación de la World Wide Web en 1990 por parte de Tim Berners Lee y la programación del primer navegador (WorldWideWeb) y el primer servidor Web, aunque cualquier categoría genérica de programa tuvo un programa original que creó la categoría (hojas de cálculo, proceso de textos, incluso sistema operativo o compilador). Este tipo de macro-creación tiene casi siempre consecuencias sociales importantes, como hemos podido comprobar en el caso de la Web. La micro-creación, no menos importante desde el punto de vista económico, quizá incluso más importante, se refiere a las pequeñas modificaciones en la concepción de un tipo de software que ya existe, como por ejemplo la realizada por Mozilla cuando implementó el navegador FireFox. El tipo de software ya existía, pero Mozilla lo ha mejorado, hecho más utilizable, etc. También existe creación en este proceso, aunque es menos profunda. Seguramente es menos creación pero más ingeniería.

Quizá pudiéramos comparar la macro-creación y la micro-creación con la composición de una obra y la interpretación de la misma, sobre todo en el ámbito del Jazz o en el flamenco, géneros en los que el intérprete tiene un papel mucho más importante que en otros tipos de música.

Es posible (es lo que argumentan las grandes empresas) que la instauración de un sistema de patentes para el software potencie la macro-creación, ya que estas grandes empresas podrían invertir más en equipos de personas que generasen nuevas ideas, sin riesgo a que estas ideas fueran luego utilizadas por otros para enriquecerse. Pero lo que para mí está claro es que las patentes acabarían con la micro-creación, porque las pequeñas empresas o particulares que quisieran reimplementar una idea ya existente tendrían que pagar por ello, y el precio de la patente lo fija la empresa propietaria. Es decir, prácticamente se imposibilitaría la reimplementación de ideas. Sólo el compositor podría tocar su obra. Y nadie mejoraría los productos.

¿Para qué querría Microsoft mejorar el IExplorer si no tuviera competencia? Afortunadamente ni Microsoft ni nadie tiene la patente de creación de navegadores, lo que como sin duda sabéis ha permitido el nacimiento de un producto mucho mejor y de código abierto, FireFox, que ha obligado a Microsoft a decir que sacará en breve una nueva versión de IExplorer, porque está perdiendo cuota de mercado a pasos agigantados.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 2576/2005

Aterrizaje (forzoso)


Todo esto está muy bien, diréis —como diría Cabana— mis queridas, amigas, personas lectoras, pero ¿sirve para algo? Es decir, ¿no es una mera digresión intelectual? ¿Una pirueta có(s)mica? ¿De verdad se puede componer algo con este conglomerado de ideas más o menos extravagantes? ¿Y cómo sonaría todo esto?

La respuesta, en este artículo. Bueno, al menos en parte. El lector aplicado, curioso y tecnológicamente alfabetizado (es decir, todos vosotros que llegáis a estas páginas) seguramente ya ha indagado por la Web intentado responderse a la pregunta “¿lo que cuenta este tipo tiene algún fundamento?”

Bien, todo depende de lo exigentes que seamos con la música y del sentido estético musical que a cada uno los genes (y lo que vino después) le dieron. Yo dispongo de un criterio musical amplio (estoy seguro en mi caso de que está definido genéticamente) que me hace resultar más agradable la música clásica contemporánea que el mismísimo Mozart. Es decir, que me voy del Barroco a Arnold Schoenberg y Alban Berg pasando (casi) exclusivamente por el romanticismo, el nacionalismo y los impresionistas. Por tanto reconozco que estoy bien situado para que las composiciones automáticas me resulten interesantes. Sin embargo, no soporto el clasicismo, lo que quizá no sea el caso de muchos de vosotros, de modo que los ejemplos que os mostraré después os pueden resultar horrendos.

Lo que está claro si habéis indagado por ahí es que lo que normalmente se encuentra es bastante flojo, y uno de los motivos es que en el binomio programador-músico prima el de programador en casi todos los casos. Porque, sorprendentemente, casi todos se olvidan del asunto de la duración de las notas, y se dedican a generar corcheas como locos. Podéis ver algunos ejemplos de esto en los applets que cuelgan de esta página. No es que yo vaya a ir mucho más lejos, al menos por el momento, pero en los ejemplos que vais a oír he ingresado la idea de duración (generada, al igual que las notas, con fractales o sistemas caóticos) y la idea de contrapunto, generando voces idénticas demoradas en el tiempo. Tengo muchas otras ideas y poco tiempo para probarlas…

Estas son las composiciones que someto a vuestro sabio criterio; creo que sus nombres son autoexplicativos:

fuga
paisaje
virtuoso
percusión
nana

Y así acabo por hoy. A partir del mes que viene creo que esta sección deberá tomar nuevos rumbos para evitar el riesgo de agotaros y de agotarme.


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/5/2005