viernes, 16 de febrero de 2007

Sobre las causalidades irracionales


Allá por el año 1690, justo cuando Newton se afanaba por encontrar los mecanismos físicos de una buena parte de los fenómenos naturales, aislando y ponderando las causas aparentes a la razón, el abate Giuseppe Atteso tomó una dirección radicalmente distinta.

Atteso partió de la suposición, de vagas raíces eléatas, de que el conocimiento sensible no debía ser fundamento último del universo, e interpretó esta consigna bajo la óptica de que la causa eficiente de un suceso no tenía por qué buscarse entre los hechos que a nuestro juicio son causa aparente del mismo.

Si Newton buscó el origen de la gravedad en la masa de los cuerpos, o del color en la pigmentación de los materiales, en un intento de relacionar en ecuaciones las magnitudes de diversas propiedades de los objetos intervinientes en un determinado proceso, para Atteso el origen de un suceso podía encontrarse en objetos sin ligazón lógica -bajo la óptica de la percepción humana- con el fenómeno estudiado.

Newton determinó que las ciencias evolucionaran en el estrecho derrotero de lo práctico y lo próximo, que las causas deben buscarse en las cercanías -espaciales y temporales- de los fenómenos, y a la luz de la Historia de la Ciencia las contribuciones del abate no merecieron atención significativa puesto que los modelos newtonianos eran limpios, simples y suficientemente precisos.

Es sin embargo en el terreno de las llamadas ciencias humanas donde las ideas de Atteso podrían haber resultado en una serie de teorías interesantes, y quizá encontrado acogida entre los investigadores del siglo XX.

El abate Atteso, en uno de sus escasísimos escritos conservados, ejemplifica su hipótesis de trabajo mediante el siguiente párrafo:

"...supóngase por un instante que cualquier acto, por banal que nos hubiera de parecer al entendimiento, tuviere empero consecuencias precisas en hechos distantes y sin relación aparente con él..."

Y cita algún ejemplo, no sabemos si real o figurado:

"Un fraile del monasterio de San Clemente conoce un árbol cuyas hojas encuentran su ligazón con el destino de las criaturas. Si en la tormenta una hoja se vuelve con el viento cierta persona perderá cabello, si la hoja marchita, otra persona enfermará, si se desprende sobrevendrá la muerte segura de un animal salvaje."

Atteso se refirió a esta causalidad con la expresión "fuente causal oculta", e inició un conjunto de experimentos tendentes a establecer las posibles fuentes causales ocultas de diversos fenómenos. Dado que cualquier acción sobre cualquier objeto podía ser fuente causal oculta de cualquier suceso, su empresa era colosal.

No se sabe qué éxito hubiera podido alcanzar en sus investigaciones, ya que -a diferencia de Newton- el destino le deparó un rápido, improbable y cruel desenlace: en uno de sus experimentos preliminares encontró la fuerte causal oculta de su propia muerte.


Publicado originariamente en la Revista Poética Almacén el 1/10/2002