viernes, 16 de febrero de 2007

Sobre librerías y bibliotecas II


He de reconocer que en mi artículo Sobre librerías y bibliotecas me quedé corto.

El otro día indagando por la red —en lo que un amigo mío denomina "recreo"— encontré una fuente inmensa de libros, es decir, una auténtica biblioteca en Internet. Su uso es un poco complicado para el profano (en informática), pero voy a dar la pista que conduce a ella: es un canal de IRC en irc.undernet.org llamado #biblioteca.

Por poner un ejemplo de lo que puede encontrarse allí, baste decir que casi todos los libros que cité en mi artículo “los otros escritores” pueden obtenerse en préstamo en esta biblioteca.

Esta práctica, no ciertamente legal, está no obstante clarísimamente a favor de la lectura. Tanto más cuanto la mayor parte de los libros que se ofrecen están descatalogados y nadie piensa en reeditarlos.

De momento es un fenómeno minoritario, pero cuando se extienda surgirá sin duda la polémica, como sucedió con la difusión de música y está sucediendo con las películas. Se alzarán voces iracundas. Se tomarán medidas contra la difusión y contra la lectura de esos libros... ¡Caramba, esto me está recordando a Farenheit 451!

En este contexto me pregunto si la "defensa de la lectura" que algunos enarbolan no será en realidad una "defensa de la venta de libros". Ya lo veremos. De antemano, la postura de los lectores la tengo clara. La de los editores también. La que me intriga es la de los políticos e instituciones públicas.

Curiosamente, las bibliotecas han existido desde que existe la escritura —mucho antes que las librerías, invento bastante más reciente—. Y a nadie importó nunca que un libro se leyera en una biblioteca o se llevara a casa para leerlo en lugar de ser adquirido. Claro que existía un objeto físico reconocible, aunque en el fondo irrelevante. Quienes difunden libros en la red han elegido con toda precisión el término biblioteca: se trata de leer, no de comerciar.

Pero —como alguno de los iracundos dirá, y de hecho se ha dicho en el contexto de la (mal llamada) música—, ¿qué pasa con los autores? ¿Quién va a escribir si no cobra nada por sus obras?

Señores, para empezar, lo de cobrar por escribir es un invento moderno. ¿Vivía Kafka de sus libros? ¿Vivía Unamuno de sus libros? ¿O Machado? ¿O Cortázar? La literatura es quizá un modo de vida, pero no un modo de ganarse la vida. Evidentemente Stephen King sí vive de sus libros (y seguro que muy bien), pero eso es otra historia...


Publicado originariamente en la Revista Poética Almacén el 1/12/2002