domingo, 18 de febrero de 2007

Una extraña dicotomía (por María José Hernández Lloreda)


[Hoy, y espero que ocasionalmente en el futuro, esta sección no me pertenece, bueno, la sección sí, pero la autoría del texto no]

Una extraña dicotomía: el hombre como animal dispuesto a sobrevivir y el hombre como animal dispuesto a diseccionar las leyes de la naturaleza. Para ello dispone de las mismas herramientas, pero no siempre lo que es bueno para un propósito lo es para el otro. Quizá la inteligencia humana, el gran salto, no sea más que un uso diferencial del conocimiento, una disociación entre lo que aplico en mi vida y lo que aplico en la búsqueda científica. Trasvasar el conocimiento de una cosa a la otra puede ser un ejercicio peligroso para el individuo (o para la ciencia).

Pienso en mí: por una parte desde la Psicología trato de encontrar qué leyes generales rigen el funcionamiento de la mente humana, por tanto, la tuya no distinta de la mía. Por otra parte, me empeño en considerarme un ser único y diferenciado. No puedo dejar de pensar en los dos aspectos como verdades absolutas. Cuando todo va bien en mi cerebro me aferro a mis diferencias y disfruto de ellas, cuanto no todo va bien confío en las leyes que rigen la mente de todos los hombres (la tuya y la mía) para arreglar la maquinaria. Alguien pensará que la solución está en la interacción que todo lo diluye y todo lo resuelve, en cómo se comporta lo general para un individuo concreto y cómo eso puede devenir en lo único e indiferenciado, pero entonces ¿dónde queda la causalidad? Me explico, si mi comportamiento depende de cómo soy en múltiples factores que interactúan entre sí, es decir, soy como un punto en un espacio n-dimensional, y cada uno de vosotros sois un punto diferente, ¿en qué se diferencia una explicación de las causas que motivan nuestro comportamiento de la mera descripción del mismo?

Por ejemplo, hay una idea generalizada del efecto que la educación de los padres tiene sobre el comportamiento y la personalidad de un hijo. La mayoría tiene un modelo explicativo causal que permite inferir perfectamente cómo educa un padre a partir del comportamiento de un hijo. Además este modelo se utiliza como arma arrojadiza para explicar lo mal que educa cualquier padre (excepto uno mismo) y para darle toda una serie de instrucciones (no comprobadas científicamente) de lo que se debe hacer. Cuando uno se pregunta por qué la acción A de los padres produce la conducta B del niño y sin embargo en otro hermano produce la conducta C, la respuesta típica es que los padres no se comportan igual con todos los hermanos y que además el hecho de que haya otro hermano también afecta a la conducta del niño, y además están sus amigos y el resto de la familia, la televisión… ¿Por lo tanto, podría predecirse la conducta del niño o simplemente puede describirse una vez que ocurre?

Ante el consejo “si yo fuera tú…”, siempre respondo “...harías lo que estoy haciendo yo”.

Hay algo más, aún conociendo ciertas leyes formales, mi generador de comportamientos se resiste a utilizarlas como heurístico para actuar. De nuevo esa disociación pero ahora en sentido inverso, no soy un ser único e indiferenciado, sino que me aferro a lo universal. En el fondo no es más que la confusión entre la probabilidad aplicada a individuos y la probabilidad aplicada a poblaciones. Veamos algún ejemplo:

Supongamos una familia con 4 hijos y supongamos (para simplificar el problema) que la probabilidad de que nazca una niña es igual a la de que nazca niño. Podrían existir las 16 familias siguientes:

Todas las familias existen y todas y cada una de ellas tienen la misma probabilidad. Ahora bien, mi mente recuerda esta información: familias con cuatro niñas, con tres niñas y un niño, con dos niñas y dos niños, con una niña y tres niños y con cuatro niños. Por lo tanto, lo que conservo es la idea de que existen más familias cuyos hijos no son todos del mismo sexo. Con este argumento razono: si tengo ya tres niños es más probable que mi cuarto hijo sea niña, es decir una familia del tipo tres niños y una niña. Mi mente científica me indica que nada más lejos de la realidad, de las 16 hay sólo una con cuatro niños y sólo una con tres hijos nacidos en primer lugar y una hija en cuarto lugar, por lo tanto son igual de probables. Es más, si acudiera al razonamiento de la individualidad debería pensar que algo hay en mí que hace más probable el nacimiento de varones, puesto que mis anteriores ensayos han llevado a ese resultado, de modo que sería más probable que el cuarto hijo también fuese varón.

Pero, ¿soy capaz de actuar conforme a mi mente científica?

Puesto que tener hijos implica más aspectos que la mera elección del sexo, pongamos otro ejemplo:

Supongamos que de verdad la lotería es un método aleatorio en el que todos los números tienen la misma probabilidad de salir. ¿Compraría el número 11111? De nuevo mi memoria me engaña, la experiencia me dice que la mayor parte de las veces salen números con cifras diferentes, por lo tanto, han salido más números en que todas las cifras no son iguales. De nuevo la falacia: el número 21563 es tan probable como el 11111, sin embargo existen 120 números que contienen el 1, el 2, el 3, el 5 y el 6 en diferentes ordenaciones.

Como científico debo dudar de todo, por lo tanto puede no ser cierto que los sucesos sean equiprobables, ni siquiera con un número infinito de ensayos. La teoría me dice que si lanzo una moneda imparcial (la misma probabilidad de cara que de cruz) mil veces uno de los sucesos posibles es “mil veces seguidas cara”, es tan probable, en este caso tan poco probable, como cualquier combinación de caras y cruces. Me cuesta creerlo, en el ensayo 999 apostaría a que sale cruz. Se dice que la probabilidad de ocurrencia de cualquier suceso de este tipo, en el límite, tiende a cero. Sin embargo ocurren, y una vez que ocurre la propia existencia hace que su probabilidad se haya convertido en uno.

¿Cómo puedo yo existir, algo que es tan poco probable, y una vez que ha ocurrido parecerme tan cierto?

¿Se puede luchar contra la experiencia? ¿Se debe? ¿Sobreviviría una especie donde cada individuo tomase sus decisiones teniendo en cuenta el cálculo de probabilidades? ¿Qué son el miedo o el prejuicio sino una sobreestimación de la probabilidad que nos hace más conservadores y aumenta nuestra capacidad de sobrevivir? Es bueno para la especie, ¿es bueno para un individuo concreto?


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/9/2006