domingo, 18 de febrero de 2007

Vernor Vinge y la singularidad tecnológica


En matemáticas, una singularidad es un punto del dominio de una función para el cual el valor de la función se hace infinito. Quizá siendo más precisos con el lenguaje podríamos decir que el valor para dicha función en ese punto no está definido, pero sin embargo al aproximarnos al punto la función va tomando valores más y más elevados.

Por ejemplo, la función 1/x tiene un punto de singularidad en x=0, porque a medida que x se aproxima a 0 (podéis tomar una calculadora y comprobarlo) su valor se hace más y más grande.

Resulta que estas singularidades aparecen en ocasiones en los modelos físicos que describen la naturaleza, y suelen ser bastante difíciles de interpretar porque llevan al extremo la situación física que los genera. El ejemplo tradicional es el de los agujeros negros. En el contexto de la física, las singularidades suelen estar asociadas a situaciones en las que las interpretaciones tradicionales dejan de tener sentido.

Un agujero negro es en esencia una singularidad gravitatoria. En ellos la materia está tan condensada que la inmensa fuerza gravitatoria generada impide que la luz (que como predijo Einstein se ve afectada por la gravedad) escape de él. La esfera de proximidad al agujero negro a partir de la cual la luz ya no puede escapar tiene un nombre muy poético: el horizonte de sucesos. Se llama así porque a partir de este horizonte no es posible saber nada de lo que sucede dentro, ya que la información no puede ser transmitida en ningún soporte (ni siquiera la luz) que escape a la atracción gravitatoria del agujero negro. Como vemos, en el caso físico no es necesario que la magnitud (la gravedad en el ejemplo) se haga infinita, sino simplemente lo suficientemente alta para que se produzca un hecho sorprendente o anómalo.

Pues bien, Vernor Vinge, matemático y escritor de novelas de ciencia ficción, profesor de la Universidad Estatal de San Diego, ha postulado la teoría de que, al ser el avance tecnológico un proceso acelerado que acumula novedades en intervalos de tiempo cada vez más cortos, llegará un momento en que los rapidísimos cambios tecnológicos no puedan ser asimilados por la sociedad, produciéndose realidades no comprensibles según las leyes sociales actuales. Estas realidades podrían ser desde que el ser humano origine un nuevo tipo de inteligencia (mejorándose a sí mismo o construyéndola en un nuevo soporte), como sostienen muchos investigadores en Inteligencia Artificial, por ejemplo Kurtzweil, Minsky y Moravec, hasta que aparezca algún nuevo tipo de tecnología que altere profundamente el funcionamiento social, como explica Neal Stephenson en su novela La Era del Diamante, en la que describe un futuro en el que la nanotecnología está tan extendida y dominada como la luz eléctrica en la actualidad.

Vinge, en su libro Naufragio en el Tiempo Real (secuela de La Guerra de la Paz), explora un futuro lejano en el que personas procedentes de diferentes (aunque próximos) momentos de nuestro futuro cercano disponen de una tecnología enormemente dispar, hasta el punto de ser casi incomprensible para las personas que provienen de épocas ligeramente anteriores a otras. En ese futuro lejano descubren que ya no existe la humanidad, aunque no hay rastro de guerras ni de cataclismos; las ciudades están, simplemente, abandonadas. Nadie sabe a dónde fuimos.

Pues como dice la tercera ley de Clarke, una tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Más información en:
http://en.wikipedia.org/wiki/Technological_singularity
http://www.ugcs.caltech.edu/~phoenix/vinge/vinge-sing.html


Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/7/2005