viernes, 27 de septiembre de 2013

Arte, software e imitación



El ser humano es, entre otras cosas, un imitador asombroso. Los niños copian los gestos, las actitudes y las opiniones de sus padres. Reconocen un patrón de movimientos musculares ordenado en el tiempo y lo reproducen inconscientemente. Somos capaces de imitar sin esfuerzo desde el timbre de un instrumento musical hasta los bailes y los gestos de otros.

La imitación depurada en arte se conoce como “influencia”, y está presente en casi todos los artistas. Las actitudes artísticas surgen habitualmente en la infancia y adolescencia como desagradables imitaciones de músicos, poetas o pintores, y luego –en algunos casos– se refina y se combina con otras, y finalmente –en raros casos– deviene en una producción original.
Curiosamente existe un mercado de la imitación, que siempre me ha costado entender. En lugar de acceder al autor inicial, mucha gente prefiere consumir reediciones imitativas, copias que muchas veces exageran de modo caricaturesco los rasgos superficiales del estilo de quien imitan. Creo que la música es el caso más claro: ¿Cuántos Pacos de Lucía, Dukes Ellingtons, Antonios Machines, Camarones o Violetas Parras hemos tenido que soportar? Eso sin hablar de los que imitan las puras reglas de generación de música facilona de las discográficas… En poesía hay también un panorama bastante triste: se llaman corrientes, o grupos. Se ha pasado de la consideración artificial de grupo literario por motivos de simultaneidad histórica o amistad personal a la creencia de que un grupo debe compartir un “estilo”, es decir, una imitación-conjunta-comunitaria. A veces el resultado es que se tiene la sensación de estar leyendo siempre el mismo mediocre poema.
Pero hay otro hecho más sorprendente: en software se imita también constantemente. Por ejemplo: llega un tipo brillante e inventa la hoja de cálculo en 1979, y a continuación una legión de programadores y empresas reproducen el concepto una y otra vez, hasta la saciedad. Casi 30 años después las hojas de cálculo siguen apareciendo como uno de los programas fundamentales en un ordenador. Bien, al menos los nuevos programas mejoran a los antiguos. Pero si uno busca en algún repositorio de software algún tipo de programa concreto, ¿no es sorprendente que haya decenas o cientos de programas que hacen aproximadamente la misma cosa? ¿No sería más útil crear nuevos conceptos? ¿No sería interesante que cada creador siguiera su propio camino?
¿Por qué nos cuesta tanto innovar, y tan poco imitar?

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/7/2007.