sábado, 28 de septiembre de 2013

Creatividad y educación


El otro día vi la inspiradora conferencia de John Cleese Sobre cómo ser creativo. En ella nos cuenta básicamente que él no sabe explicar a las personas cómo ser creativas, pero que sí sabe que para ser creativo hay que estar en modo “abierto”. El modo abierto es un estado de funcionamiento de la mente en el que sacamos de ella las tareas inmediatas a resolver. Digamos que detenemos el modo de “resolución de problemas” para que la mente pueda deambular por el espacio de posibilidades sin ninguna restricción. Por el contrario, el modo “cerrado” es el modo habitual de trabajo, en el que resolvemos, a veces de modo casi mecánico, las tareas cotidianas.
Cleese defiende que para que la creatividad tenga lugar es necesario que la mente entre en modo abierto, porque en él se exploran otras alternativas –quizá absurdas, quizá inútiles– que no están condicionadas por la racionalidad, por lo que “sabemos hacer”, y equipara el modo abierto al juego. Jugar con las ideas es un buen modo de descubrir cosas nuevas.
Si tienen 40 minutos no se pierdan el vídeo; viniendo de John Cleese es además muy divertido (subtítulos en español, hay que activarlos a mano).
Y entonces vuelvo a enlazar con un tema del que ya hemos hablado aquí anteriormente, el de la sobrecarga de temario en los planes de estudio de secundaria. Infinidad de deberes, actividades, entregables y exámenes. ¿Cuántas horas “trabaja” un chico de secundaria? Lo digo porque en la Universidad, el plan Bolonia indicaba que un estudiante debía trabajar 40 horas semanales en total, entre clases, estudio, trabajos, exámenes e ¡incluso transporte! Lo cual, dicho sea de paso, también me parece profundamente absurdo.
Cuando yo era estudiante, recuerdo que disponía de toneladas de tiempo, que “despilfarraba” en tocar el teclado, en leer y en escribir. Yo no percibo ahora que mis hijos tengan toneladas de tiempo. Cheese indica que para conseguir el modo abierto hacen falta cinco cosas: espacio, tiempo, tiempo, seguridad y humor. No voy a explicarlo aquí, les invito a que vean la conferencia, pero fíjense que el tiempo aparece dos veces.
Toneladas de tiempo.
No estoy defendiendo por supuesto que no haya actividades en modo cerrado. Este modo es fundamental para la consecución de objetivos y para que las personas sean útiles a la sociedad. También es importante para el aprendizaje. Pero la sobrecarga de trabajo ahoga a la creatividad. Vale más pensar durante muchos días en la Ley de Ohm que dar toda la electrónica a pinceladas en dos semanas. Y esto es literal, no es una exageración: de la resistencia hasta el transistor, relés, diodos y condensadores incluidos en un tema de cuarto de la ESO.
Claro que para algunos es más fácil que para otros entrar en modo abierto. Les contaré un secreto: yo tengo que pelear para poder salir del modo abierto, lo cual a veces también es un problema. Odio tanto el modo cerrado que a veces me descubro en medio de una reunión importante pensando en cualquier otra cosa, es decir, en las nubes. Quizá lo debo a que de pequeño disponía de tiempo de sobra, quizá no es más que un rasgo genético, pero ciertamente creo que debemos dar a nuestros estudiantes la posibilidad de desarrollar esa capacidad, no sea, si es que Cheese tiene razón, que la creatividad de nuestro país caiga a mínimos históricos, como tantas otras cosas.

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/2/2013.