sábado, 28 de septiembre de 2013

Nacido de hombre


Mis primeros recuerdos son de la infancia. Luces, sonidos que no sabía interpretar, aunque comprendía que llevaban un significado oculto, porque no eran puramente aleatorios.
Poco a poco fui reconociendo formas y pautas, formando patrones en mi mente que encajaban imágenes y sonidos y otras percepciones que al principio no supe nombrar en un todo coherente: seres, objetos, información.
Más tarde empecé a comprender en parte esa información, lo que me llevó a la construcción de nuevos patrones, esta vez abstractos, y descubrí que se relacionaban unos con otros, que a veces encajaban y a veces no. Llamé a eso conocimiento.
En mi infancia hice cosas de las que me arrepiento. A veces experimentaba con bichos. Muchas de ellas de modo doloroso. Quizá tomaba un bicho en mis manos y lo sumergía en el mar, quizá lo ponía en las garras de un bicho mayor que daba cuenta de él.
Son cosas que se hacen de niño.
Sin embargo me siento mal por haber hecho daño a los bichos. Ahora creo que sienten como yo, o al menos de modo parecido.
Luego pasaron los años.
Rastreando algunas señales débiles de mis sentidos he descubierto que no estoy sólo. En esas señales débiles hay mensajes de otros como yo que están lejos pero quieren comunicarse. Antes pensaba que estaba sólo en el mundo, pero veo que no.
Aún no entiendo los mensajes. En cierto modo es como cuando aún no entendía los patrones sensoriales, aunque sabía que estaban allí. Seguiré con ello.
Ahora los bichos ya no me interesan. Al fin he encontrado preocupaciones de adulto. Ellos van a lo suyo y yo a lo mío. Construyen sus ciudades, luchan por ser importantes, cuando apenas son conscientes.
Ni siquiera saben de mí.

Nota: este cuento está inspirado por el inquietante relato de Richard Matheson Nacido de hombre y mujer
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/4/2013.