viernes, 27 de septiembre de 2013

El juego de la imitación

En su famoso artículo de 1950 Turing definió lo que él denominó el “juego de la imitación”, conocido posteriormente como el “test de Turing” en honor a su creador.

El test de Turing se enunció como un experimento mental en el cual un entrevistador dialogaba a través de un terminal (en esa época no había videoconferencia) con un programa, por un lado, y con un humano, por otro. El entrevistador no sabía en cuál de los terminales se encontraba el humano, y su objetivo era averiguarlo. Tanto al humano como al programa se les permitía cualquier tipo de subterfugio con tal de persuadir al entrevistador de su naturaleza humana. Si el entrevistador se equivocaba en su elección, podríamos decir que el programa había pasado el test, lo que para Turing significaba que el programa podría considerarse inteligente, porque era indistinguible de un humano.
Desde los años sesenta del siglo pasado se viene pretendiendo construir un programa que pase el test en sentido literal, es decir, tal y como fue enunciado por Turing. Probablemente el primer programa de este tipo fue ELIZA, construido en 1966 por Joseph Weizenbaum. Era un programa enormemente simple que simulaba un terapeuta rogeriano. Weizenbaum descubrió con asombro que su secretaria se implicaba emocionalmente con el programa a pesar de saber que era un programa. La leyenda urbana dice que la secretaria creía hablar con un humano, pero parece ser que es falsa.
En la película Blade Runner se menciona un test, el test de Voight-Kampf, diseñado para distinguir a los replicantes de los humanos, ¿les suena? Efectivamente, se ve que Philip K. Dick (escritor del libro en el que está basada la película) había oído hablar del test de Turing. En la película, los replicantes no son capaces de engañar al entrevistador, pero se especula con la existencia de un nuevo tipo de replicante que sí podrá hacerlo.
Con el auge de la Web aparecieron programas denominados chatterbots, o “robots de diálogo”, con el propósito de participar en chats con humanos. Ha habido algunos chatterbots muy divertidos, como uno que simulaba el diablo e intentaba convencerte de que le vendieras tu alma, u otro que decía ser John Lennon y al que se le podía preguntar por todo tipo de detalles acerca de la vida del músico. Desde 1990 se viene convocando un premio de 3.000 dólares al mejor programa de este estilo, y un premio adicional de 25.000 dólares para el primero que supere el test de Turing ante un jurado, engañando a más del 30% de sus miembros. Este año el robot elbot ha quedado bastante cerca de conseguirlo.
La mayor parte de estos programas, incluido ELIZA, no pretenden comprender al usuario, sino simplemente elegir la respuesta correcta de una base de datos, y por tanto son relativamente poco “inteligentes” en el sentido profundo del término. No obstante, Google tampoco entiende en el sentido profundo las páginas que indexa, y sin embargo hace bastante bien su tarea. Incluso se especula con que google pueda utilizar esta información como modelo de conocimiento para crear Inteligencia Artificial. La pregunta es: ¿es realmente necesario entender lo que se hace para hacerlo mejor?
Resulta difícil definir cuándo algo es inteligente, así que el test de Turing es una metáfora. Lo que Turing pretendía con él era dar una definición empírica de inteligencia, indicando que, si una máquina es suficientemente buena en una tarea –tan buena como un humano– hasta el punto que su producción sea indistinguible de la del humano, esa máquina debe ser considerada inteligente, y que en última instancia en eso debería consistir la Inteligencia Artificial.
El los años de la guerra fría, jugar bien al ajedrez no sólo se consideraba signo de inteligencia de un individuo, sino símbolo de la excelencia de un país y, en última instancia, de un modelo de sociedad. No en vano las dos grandes potencias de la época luchaban en silencio por producir jugadores de ajedrez capaces de llegar a campeones mundiales. Actualmente la máquina “Deep Blue” ha demostrado que está al nivel de los grandes maestros mundiales, e incluso estará en breve en condiciones de ser campeona del mundo. ¿Pasa este programa el test de Turing? Probablemente.
En el ámbito de la música existe un programa comercial, llamado “Band in a Box”, capaz de componer piezas musicales en el estilo que se le indique, de manera completamente autónoma, es decir, no graba la música que interpreta un humano sino que crea sus propias composiciones, e ¡incluso les da un nombre!. Muchos músicos lo utilizan como herramienta para estudiar. ¿Pasa este programa el test de Turing? Probablemente.
¿Y puede una máquina ir más allá? Es decir, ¿puede haber una inteligencia “de verdad”, sea lo que fuere eso, imbuida dentro de una máquina? Hay quien defiende que sí y hay quien defiende que no.
Pero de eso hablaremos en otro artículo.
________________________
Repositorio de chatterbots:
http://www.simonlaven.com/
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/10/2008.