viernes, 27 de septiembre de 2013

Privacidad y sociedad industrial: de regreso a la aldea


Yo no crecí en un pueblo, y por eso siempre me llamó mucho la atención la falta de privacidad de los pueblos pequeños: todo el mundo sabía quién era quién, qué deslices había cometido en su vida y si se podía confiar en su honradez. Se sabía si era listo o torpe, si era de izquierdas o de derechas, cómo se ganaba la vida y cómo se la había ganado en el pasado. Se sabía cómo era cada uno y cómo habían sido sus padres, y sus abuelos, y sus bisabuelos.

Cuando iba de visita a un pueblo, en las casas se hablaba abiertamente de estos asuntos en unas conversaciones imposibles de seguir para mí, porque en ellas se referían historias que a veces se remontaban varias generaciones en el pasado y casi siempre involucraban a personas totalmente desconocidas, o nombradas por su apodo familiar: las letris, los bocarranas, los embarraos, los chatopiojos, los petrujos…
La revolución industrial trajo la masificación de las ciudades, y con ello una extraña nueva posibilidad: no conocer ni a nuestros vecinos. ¿Eso es bueno? No lo sé, aunque personalmente –como muchos de mi generación– me he criado en ese mundo y me encuentro más cómodo con el anonimato.
Yo creo que ese interés por conocer las vidas de los demás, que sin duda forma parte de nuestra herencia genética, se manifiesta en nuestra “moderna y avanzada sociedad” de diversos modos, siendo uno de los más habituales la afición por los programas que airean las vidas de los famosos, las telenovelas y las series. Es la recuperación de una costumbre social, la necesidad del conocimiento de otras vidas, que el crecimiento de las ciudades desterró.
Y ahora saltan las alarmas por la falta de privacidad de la red, porque los adolescentes (y otros no tan adolescentes) publican sus datos personales, sus fotos y hasta sus intimidades en la web. Y yo creo que nos escandalizamos porque somos fruto de esa corta etapa histórica en la que nadie sabía nada de nadie y consideramos que la difusión de nuestros datos personales es una auténtica invasión.
Algunos alumnos me han preguntado sobre el tema, normalmente preocupados por la cantidad de datos que empresas como Google o Facebook pueden recabar de sus usuarios, y yo siempre les contesto lo mismo, con es el recurso obvio que tenemos los de mi generación, y que tan bien funciona dentro los pueblos con los que vamos de visita: ¿por qué no te registras con un nick?
Pero claro, entonces “no mola”.
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/5/2010.