sábado, 28 de septiembre de 2013

El universo de Elohim

En su cumpleaños regalamos a Elohim un universo.
Es un juguete antiguo y modesto, pero tiene todo el sabor de la tradición de nuestra raza.
El juego es bien conocido: se ajustan unos parámetros, se lanza el universo y se obtiene un objeto en cuatro dimensiones que representa el resultado de esos parámetros según las reglas de desarrollo elegidas. Ese objeto puede ser enmarcado y colgarse en nuestro mundo de once dimensiones para ser contemplado y analizado.
Es por así decirlo un objeto tetradimensional decorativo, análogo a un conjunto híbrido Julia/Mandelbrot, por ejemplo.
Según los parámetros de partida elegidos, el resultado puede ser hermoso, aburrido o un mero caos de formas sin sentido. Todo esto se conoce hace mucho.
Pero Elohim es un chico inquieto, y de algún modo ha dado con una región en el espacio de parámetros que produce resultados peculiares y asombrosos. Él lo ha llamado “vida”.
Por explicarlo de algún modo, es algo que provoca una auto-modificación del tejido del universo y genera formas fascinantes, simetrías especulares que se resisten a la entropía, consiguiendo cotas de belleza desconocidas en nuestro mundo.
Ahora todos los chicos quieren un universo, a pesar de ser un juguete arcano.
Para algunos valores de los parámetros de entrada, Elohim consigue lo que ha denominado “vida inteligente”, lo que viene a significar que algunos grupos –muy pocos– de las partículas de esos universos parecen tener capacidad de comprensión, limitadísima, eso sí, de su entorno cercano.
Elohim trabaja en la interpretación de esa limitada comprensión de la “vida inteligente”, y ya ha entendido hasta cierto punto la perplejidad de esos grupos de partículas, a los que llama “seres”. Ha descifrado cómo algunos de ellos parecen entender que están dentro de un universo de cuatro dimensiones inserto en uno de once, y el limitado conocimiento que tienen los “seres” acerca del valor de los parámetros que él mismo ha ajustado. Se asombran de que esos parámetros sean los que son, teniendo tan estrecho margen de posibilidades para permitir que ellos estén allí –lo llaman principio antrópico–, y Elohim es consciente de que a algunos les fascina y horroriza a partes iguales esa máquina descomunal sin finalidad ni sentido en la que están inmersos.
Y de que piensan que sería mucho más comprensible si esa máquina descomunal fuera “el juguete” de alguien.
Vaya si es listo nuestro chico.
Conjunto de Mandelbrot

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/5/2013.