sábado, 28 de septiembre de 2013

Los españoles y las empresas


Siempre me ha llamado la atención lo mal visto que está en España ser empresario. Para muchos, los empresarios son poco menos que la encarnación del mal, explotadores, usureros, egoístas, déspotas. Pero yo, cuando pienso en empresarios, pienso en el dueño del bar de la esquina, en el de la papelería del barrio, en estudiantes que intentan desarrollar una idea original casi sin haberse planteado un modelo de negocio.
Es obvio que la sentencia contraria (el empresario es una persona buena que busca el bien social) tampoco se cumple: hay empresas horrendas que justamente tienen como objetivo ganar lo máximo gastando lo mínimo, como sucede, por ejemplo, en las empresas que mis alumnos denominan “las cárnicas”, y que en el sector informático suelen conocerse como “las consultoras”, no sé ya cuál es el eufemismo y cuál la palabra correcta. Y mis alumnos las llaman las cárnicas porque para estas empresas un ingeniero es idéntico a otro ingeniero, un programador es idéntico a otro programador. Se venden al peso, como la carne. Suelen vestirlos de traje, darles un pátina de lo que ellos denominan “formación” y enviarlos a otra empresa a “prestar sus servicios”. Por estos servicios cobran a la otra empresa del orden de cinco veces lo que se gastan en el empleado.
Desgraciadamente en España hay varias de éstas. Y así nos va.
Decía Carlos Cano en las murgas de Emilio el Moro, “Colócanos, cólocanos, ay por tu padre colócanos”, y también algo de eso hay. La posición del asalariado puede ser desgraciada en muchos casos, pero también es cómoda. Especialmente en un país donde la presión fiscal es devastadora.
Pero hay otro modo de entender el emprendimiento. Yo siempre lo imagino partiendo de un grupo de alumnos que deciden desarrollar una idea, más o menos original (no hay nada nuevo bajo el sol, o casi nada), más o menos factible, más o menos realista. En informática es el único modo de romper el círculo: si las empresas que hay no nos gustan, creemos otras.
Quizá por eso me he embarcado en el programa Talentum, creado inicialmente por Telefónica y al que acaba de sumarse Ericsson, que concede becas a estudiantes para que desarrollen su propia idea (sin apropiarse de ella, ojo) o para que ayuden a desarrollar las ideas de otras empresas jóvenes. Un modelo bastante norteamericano, desarrollado por Javier Santiso, que de entrada se encuentra con todos los impedimentos burocráticos de las estructuras de nuestro país, pero que a pesar de todo parece ir ganando terreno.
Al final, como siempre, lo que tenemos es un problema de maniqueísmo y demagogia política. Si el empresario es malo y el trabajador bueno o el trabajador malo y el empresario bueno se ha venido explotando por la izquierda y la derecha española durante demasiados años. Pero, como cualquier maniqueísmo, es completamente falso.
Yo creo que, independientemente de si son empresarios o asalariados, hay personas constructivas y personas destructivas. Y lamentablemente las destructivas tienen ventaja, porque en unos meses puede destruirse algo que llevó años construir. A falta de un sistema político y social que favorezca lo constructivo, necesitamos diez constructivos por cada destructivo para compensar su capacidad corrosiva.
Y se tardarán décadas en crear este sistema político y social, incluso si hay voluntad de hacerlo.
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/6/2013.