viernes, 27 de septiembre de 2013

La metonimia informática en educación

Metonimia es confundir el continente con el contenido. Una bonita figura retórica, pero una práctica social desastrosa.

Para muchos políticos, introducir la informática en el aula consiste simplemente en acumular PCs en los centros. Mientras tanto, los profesionales que utilizan la informática en la enseñanza reclaman apoyo y reconocimiento.
El contenido y el continente, he ahí la cuestión. Para adquirir objetos, en este caso ordenadores, no hace falta más que algo de dinero, porque encima son baratos, y seguramente dejan buenas comisiones. Pero de qué sirve un ordenador sin los recursos humanos adecuados, sin el software adecuado, y peor aún, sin el objetivo adecuado.
De enorme pisapapeles.
Vivimos en un país de formación raquítica en informática, en el que apenas se araña la parte más visible de ésta: la administración de sistemas Windows y la ofimática. El que es capaz de instalarse un Windows es el “que sabe de informática”. Y no digamos si sabe construirse una hoja excel para llevar la contabilidad doméstica, ¡entonces tiene hasta buen nivel! Partiendo de esto ¿qué podemos esperar de la informática en educación?
Hay ejemplos loables de esfuerzo por construir otros espacios educativos en Extremadura y Andalucía, en los que son comunidades pioneras, pero me temo que aún se quedan en la dotación de máquinas, mientras que en los colegios se viene haciendo lo de siempre. Los problemas esenciales son otros:
La cualificación del profesorado
Aprender cuesta esfuerzo, pero sobre todo cuesta tiempo. ¿De dónde sacar este tiempo en una enseñanza sobrecargada de clases? Y otra cuestión de la máxima relevancia: ¿quién va a formar al profesorado? No se necesitan “cursillos de informática” que enseñen, una vez más, a instalarse el Windows, o a manejar el Office; lo que se necesitan son cursos sobre cómo utilizar el ordenador, y sobre todo la red, como recurso educativo. Como acuñó John Gage en 1984, the network is the computer.
El reconocimiento del profesorado
Pero de nada sirve formar al profesorado si no se le reconoce el esfuerzo docente que supone el cambio en su modo de trabajo. Y no sólo esfuerzo docente, sino tambiéninvestigación docente. Sí, el potencial del ordenador en la docencia aún no está suficientemente explorado, y cada docente debe encontrar su propia estrategia e inventar nuevos modos de uso, y para eso hacen falta toneladas de tiempo y una comprensión profunda del proceso educativo, materia desconocida por los políticos, pero actividad diaria de los docentes. Los docentes deberían además hacerse cargo de la elaboración de los materiales educativos, como veremos más adelante.
El soporte técnico
¿Y de qué sirve tener cientos de ordenadores en un centro si no hay suficientes técnicos de apoyo que los mantengan en correcto funcionamiento? ¿Qué pasa si se cae la red en una actividad basada en la red? Deja de haber clase, sencillamente. Las tareas de administración, instalación y mantenimiento de los equipos debe ser hecha por personal no docente, que además debería asesorar a profesores y alumnos en los aspectos técnicos de cualquier nuevo sistema con el que quieran experimentar en el aula. Dicho sea de paso, estos equipos deberían tener instalados sistemas operativos y software libre, lo que permitiría una adaptación flexible al propósito educativo, además de eliminar costes de licencias, y en el futuro evitar la dependencia tecnológica de los estudiantes.
Acabemos con el libro de texto
Sería un primer e interesante paso a dar. Pero claro, hay mucha gente en España que gana dinero con el libro de texto. Es un negocio bien montado. Para acabar con los libros de texto, el primer paso es que el propio profesorado elabore de forma colaborativa (a modo de ejemplo consúltese wikilibros) los contenidos que sustituirán a los libros. Estos contenidos incluso podrían partir de libros de texto actuales o ser supervisados por expertos, pero al “saltar a la red” estos contenidos evolucionarían, serían más dinámicos, se enriquecerían con nuevos materiales y se convertirían en algo nuevo que ya no sería un libro, sino más bien una red de conocimientos con itinerarios predefinidos, de nuevo por los mismos docentes.
Olvidémonos del ordenador
De hecho, el ordenador es lo de menos. Si sustituimos los libros de texto por sub-notebooks las familias españolas se ahorrarían más de 107€/año por hijo, de modo que adquirir uno de estos pequeños ordenadores se amortizaría en tres años, y cada estudiante tendría el suyo, transportaría un peso de 1Kg y con él accedería a todas las actividades del aula y haría los deberes en casa.
Pero los centros necesitan conectividad wifi, recursos humanos para administrar la red, asesorar a profesores y estudiantes en el uso y configuración de las máquinas y, sobre todo, difundir el software (que existe y en cantidad) que podría convertir la educación en otra cosa.
¿Utópico? Quizá, pero con la inversión actual en educación, además, imposible. Seguiremos teniendo un sistema educativo de la era industrial.
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/11/2008.