viernes, 27 de septiembre de 2013

Cómo acabar de una vez por todas con la tecnología


Hace aproximadamente un año Marcos Taracido escribía Cómo acabar de una vez por todas con la Cultura. En el artículo manifestaba una serie de problemas, absurdos y deficiencias en el sistema educativo desde su experiencia de profesor de Lengua y Literatura.

Y hay quien piensa que las grandes perjudicadas por las últimas modas educativas son las humanidades, que lo son, pero hoy voy a hablar de la Tecnología, esa flamante incorporación al curriculum aprovechando esas horas ganadas a las humanidades.
Hace poco mi hijo, en tercero de ESO, tenía que memorizar una lista interminable de plásticos, con su tipología, constitución, propiedades y aplicaciones. Y claro, a un chico de catorce años le cuesta memorizar cosas como polietilenos, poliésteres saturados, poliestirenos, polivinilos, polipropilenos, fenoles, aminas, resinas de poliéster, resinas epoxi, cauchos, neoprenos, poliuretanos y siliconas, (asuntos que todos los adultos conocemos y dominamos, ¿verdad?) y no digamos ya sus propiedades y aplicaciones.
Comentando el asunto con un amigo, Carlos, profesor como Taracido de Lengua y Literatura, éste los llamó con enorme sabiduría los godoplásticos, es decir, el equivalente actual a lo que en nuestra época fue la lista de los reyes godos.
Pero ¿realmente es eso la tecnología, un conjunto interminable de nombres esotéricos y sus propiedades? ¿En qué niño despertará la vocación tecnológica si su contacto primero con la supuesta “tecnología” son los godoplásticos?
Me parece increíble que el diseño curricular de una asignatura como Tecnología haya terminado en eso. De la infinidad de posibles experiencias creativas que se podrían ofrecer a los chicos, como por ejemplo construir robots con Lego Mindstorms, que no en vano nació de un proyecto pedagógico del Instituto de Tecnología de Massachussets, se ha optado por la memorización de plásticos.
Con estas reflexiones en mente, me topé con un video de Michio Kaku (físico especializado en divulgación científica) en el que dice lo siguiente:
Curiosamente, afirma que “estamos aplastando la curiosidad de los niños” y se refiere justamente a la memorización de hechos y cifras. ¡Caramba, parece que no es sólo en nuestra querida España existen los godoplásticos!
Así la hija de Kaku, como seguramente harán nuestros estudiantes, se pregunta: ¿por qué a alguien le gustaría convertirse en un científico?
Y en efecto, estas innovaciones educativas en secundaria ya se están reflejando en la universidad: producen un descenso brutal en las matrículas en las carreras de ciencias e ingeniería.
Y el problema va más allá; en reacción a una ESO descafeinada, o quizá directamente por iniciativa del lobby editorial para vender más y más libros de texto cada año, estamos asistiendo a una tremenda inflación en los temarios y a un detalle exagerado en los contenidos. Si la cultura es lo que queda cuando todo lo demás se ha olvidado, parece que no estamos dejando lugar a la cultura con tanto dato concreto y particular. Cosas como la comprensión lectora o la creatividad son mucho más importantes que la memorización de los detalles: el conocimiento es como una percha an la que se van colgando los nuevos datos, y esa percha tiene que ser simple y sólida. Pero si todo son datos, no hay donde colgarlos.
Así que, si queremos arruinar vocaciones, dejémoslas en manos de esas grandes mentes (sean quienes sean) que diseñan un sistema educativo plagado de godoplásticos.

Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/12/2011.