viernes, 27 de septiembre de 2013

La Red Insobornable

Internet fue pensada redundante. Una tela de araña en la que fuera posible llegar desde un nodo hasta otro siguiendo infinidad de caminos, creada originariamente por el Departamento de Defensa Norteamericano. Dice la leyenda que esta redundancia servía para permitir la comunicación militar en caso de ataque nuclear soviético, pero la realidad es que la redundancia obedece a la posibilidad de fallos en los equipos de comunicaciones de la época.
En esta redundancia radica precisamente su fortaleza; ni Sinde, ni la SGAE, ni el propio Biden pueden detener los paquetes de datos, que fluyen de nodo en nodo por caminos imprevisibles. No hay muro que los detenga. Así que esta herramienta nacida en Estados Unidos se vuelve contra quién la creó, y trastorna los cimientos mismos de la sociedad para llevarnos a lugares nuevos, igual que la máquina de vapor nos llevó a lugares nuevos de explotación y poder, sí, pero también de impulso a la aparición de nuevas formas de organización y gobierno y produjo avances sociales y políticos, como la formalización de la Declaración Universal de Derechos Humanos, por ejemplo.
Como en todo cambio hay quien mira atrás e intenta poner muros a la tela de araña. Pero no da tiempo a construir suficientes muros en una red que crece exponencialmente. La tela de araña está viva: se reorganiza, muta, canaliza sus tensiones y al ser pulsada vibra con diferentes patrones cada vez, sonando con el timbre del protocolo que codifica la información que fluye por ella.
Leo a Marcos Taracido hablando de la presión del marketing editorial para “canalizar” la corriente de opinión de las nuevas Autoridades de la Cultura, los bloggers, hacia la monetización de un producto. Una vez perdida la confianza en las viejas autoridades (los críticos literarios), ganada a pulso después de muchos casos de obediencia y sumisión a los medios “oficiales” y desamparados por un Ministerio de Cultura vendido a las empresas, ¿aguantarán los bloggers el soborno vestido de negocio y denunciarán, como hace Marcos, la presión infame, o algunos claudicarán al mercantilismo vergonzoso que impregna en nuestro tiempo a la creación? En realidad no importa, porque esa mutación, reorganización e insobornabilidad de la red transmuta todo lo que toca, así que quien se corrompa será automaticamente puesto en su sitio, de lado de la corruptela, de la compraventa de favores, y el flujo de información tomará un camino alternativo. No es rentable sobornar a todos, así que el soborno no es escalable.
Porque la red misma selecciona el camino insobornable. Aunque tardará en aceptarse y generalizarse, ya estamos en un nuevo mundo.
#nolesvotes
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/4/2011.