viernes, 27 de septiembre de 2013

Arte y conocimiento

Cuando estudiaba primero de piano, mi profesor tocaba siempre la siguiente obra a estudiar antes de darnos la partitura. Recuerdo perfectamente cuando esa obra a estudiar fue el Minuet en Sol menor del Libro de Ana Magdalena de Bach, una pieza absolutamente mágica que me transportó ese día a lugares donde sólo la música puede llevarnos.

Unos días después me estudié la obra y la magia desapareció. Ahora era capaz de tocarla, pero, ¿valía la pena? Ya no me interesaba mucho. Aunque quizá otros pudieran preferir el conocimiento a la magia, yo había perdido algo fundamental en el camino al conocimiento.
El otro día conducía de noche mientras Venus dominaba el cielo con una intensidad que sólo la Luna supera de noche, y cuando lo miré lo vi perfectamente inserto en el plano de la eclíptica, rodeado de las constelaciones zodiacales, camino de su ocaso. Cuando era pequeño no conocía más constelaciones que la Osa Mayor, y no sabía qué era la eclíptica, y sin embargo el cielo nocturno me extasiaba, quizá mucho más que ahora.
Es apasionante saber que los planetas giran alrededor del Sol en un plano concreto, aún con pequeñas desviaciones –excepto Plutón, el que ya no es planeta, y por eso se cree que es un satélite capturado–, pero todo ese conocimiento debilita la magia de percibir la fuerza del universo desconocido sobre nuestras cabezas. No en vano el cielo es hogar de los dioses en la mayoría de las mitologías y religiones. Debilita la magia, ¿o quizá no? Algunos quizá piensen que, al contrario, la potencia.
¿Qué misteriosa relación une y separa el conocimiento racional del arte?
Dijo Einstein «La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado al regalo».
El poeta, cuando trabaja un poema, recurre a trucos de diverso tipo (uno de ellos son las figuras retóricas, pero cada autor o cada generación poética desarrolla sus propios trucos). Lo que me pasa es que cuando veo el truco el poema se me viene abajo. El artificio, que no es otra cosa que el conocimiento racional y metódico aplicado al arte, destruye el arte. La artesanía mejora con el artificio, mientras que el arte empeora.
Algo parecido pasa con la música cuando se recurre a las mismas secuencias de acordes que “suenan bien” una y otra vez, y a los mismos temas en las letras, y a los mismos ritmos. La formación “técnica” de cantantes estilo Operación Triunfo produceprofesionales –técnicamente impecables, no lo pongo en duda– que cantan todos igual, afinados para llevar a los consumidores los productos ideales, dentro del mercado oindustria musical. Todos discurriendo por el plano de la eclíptica, como Venus. (Por cierto, el tipo que va a mi lado en el Ave me está poniedo de los nervios oyendo un coro rociero, hay cosas perores que OT).
Los clichés, las escuelas, los cánones, son enemigos del arte, y curiosamente venden bien, son negocio (aunque no entiendo bien por qué). Los mismos esquemas técnicos repetidos hasta la saciedad satisfacen el triste mercado de la cultura “oficial”, que apoya, lógicamente, a ese mercado.
Galería de grabados, de M. C. Escher
Sin embargo hay artistas que han sabido combinar técnica y arte de modos sorprendentes, por ejemplo M. C. Escher. La técnica utilizada en la Galería de Grabadosde Escher no ha podido ser desarrollada mediante ordenadores hasta fecha reciente. Ahora ya no tiene mérito hacer lo mismo; el arte está en la exploración, en las nuevas propuestas, no en la imitación.
La Ciencia es una de las más prodigiosas capacidades humanas. El Arte también. En ambas hay que encontrar tesoros más allá de la frontera, evitar lo que ya se hizo o de conoce ¿Por qué encajan tan mal?
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Más información:
Publicado originariamente en Computación creativa y otros sueños (Libro de Notas) el 25/1/2009.